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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Disciplina de voto y chalaneo

¿Han visto ustedes Lincoln, de Steven Spielberg? Tal vez les haya sorprendido descubrir cómo los partidarios del presidente compraban —literalmente— los votos de los parlamentarios de su propio partido y del contrario, para lograr que prosperase la enmienda constitucional que abolía la esclavitud. La causa era justa, pero el mecanismo podría calificarse de chalaneo. Pues bien, ese chalaneo es imprescindible donde no existe disciplina de voto. No debe extrañarnos si en ocasiones roza la corrupción, o si deja a los representantes en manos no de los electores, sino de los lobbies.

La disciplina de voto permite saber a qué atenerse a los ciudadanos que acuden a las urnas esperando que sus elegidos sean coherentes con unas determinadas ideas. Cuando no la hay, o se incumple, las sorpresas pueden ser mayúsculas. Por ejemplo, puede suceder que varios diputados impidan la investidura de un presidente de su mismo grupo político. No es una hipótesis: sucedió en 2003 en la Asamblea madrileña cuando dos diputados socialistas, al romper la disciplina de voto, pusieron en bandeja la Comunidad de Madrid a Esperanza Aguirre. Si los ciudadanos quieren eliminar la disciplina de voto, adelante; pero que tengan presente los riesgos.— Trinidad Noguera Gracia. Madrid.

Dado que los diputados y senadores tienen que votar unánimemente lo que diga el líder, podríamos sustituirlos por unos robots que, convenientemente programados, votaran y aplaudieran siguiendo las instrucciones del líder. Eso sí, deberían ser capaces también de patalear e impedir el discurso del líder oponente y nunca aplaudir sus ocurrencias, aunque estas fueran buenas. El resultado de la votación sería el mismo y además con un ahorro considerable.

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En fin, donde todos piensan / votan igual, nadie piensa mucho.— Alberto López Fernández. Madrid.

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