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Columna
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No asustarse

Habrá que atravesar el caos para alumbrar el camino y retornar a la democracia inteligente

Bendito sea el caos de Italia. Cualquier cosa antes que el endurecimiento de las arterias políticas, la tumefacción de los músculos mentales que provocan tanto ese gas paralizante a quien llamamos presidente del Gobierno, como el naufragio en la obsolescencia que protagoniza el principal partido de la oposición. El sistema, este sistema, es una momia que no discute la mayor, es decir, la toma del poder por parte de los mercados y el asesinato a sangre fría del futuro.

Bienvenido sea lo que sacude, lo que agita, lo que quizá renueva. Demos por muerto el mundo antiguo, dejemos de intentar sacarle punta y alumbremos algo distinto, algo más cercano a Hessel que a Beppe Grillo como mente pensante pero completamente indignado, como los seguidores de uno y de otro, igual de respetables y, posiblemente, los mismos.

Habrá que atravesar el caos para alumbrar el camino, habrá que superar la etapa del “contra todos estamos mejor”, y retornar a la democracia inteligente, pero antes deberemos equivocarnos —o no— y hacernos escuchar, que oírnos nos oyen, pero se dicen que llueve y que pronto escampará.

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Habrá que convertirse en alud, en tsunami, en irreverente espectáculo, habrá que tirarle de las barbas al dios de las grandes cosas consagradas, y escupirle en la cara, si es necesario, para reinventar, no sé cómo pero ahí hay que estar, un marco menos cruel y más justo para esto, lo único real que tenemos, nuestras pequeñas vidas. Lo único que justifica a un sistema, a un régimen, a una forma de gobierno es que sus ciudadanos no sufran más de lo que su existir privado requiere. Esa es la prueba del algodón para las dictaduras, sean de derechas o de izquierdas. O sean de los mercados.

Si esto es un caos, peor es la carnicería. No asustarse, amigos.

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