¿Contribuye la solidaridad a la Marca España?
Esta entrada ha sido escrita porIliana Olivié (investigadora principal para Cooperación internacional y desarrollo del Real Instituto Elcano) y Javier Pérez (director del Centro de Investigación y Estudios sobre Comercio y Desarrollo, CIECODE). Ambos coorganizan, junto con FUNCAS, un seminario sobre Marca España y desarrolloel próximo lunes 18 de febrero a las 17.30h en Madrid (detalles aquí).
Existe la percepción generalizada entre la opinión pública de que la estrategia Marca España se asienta en dos pilares: la política exterior y la diplomacia comercial. Parecería que la idea a transmitir es que la política exterior y la transnacionalización de la empresa española van de la mano; facilitando la primera el acceso y consolidación de nuestras empresas en nuevos mercados y, la segunda, la mejora de la imagen-país, ‘contagiando’ su reputación de competitividad y eficiencia –virtudes que han dado lugar a que algunas empresas españolas se sitúen como líderes globales en sus respectivos sectores–.
Sin embargo, existen otros elementos que pueden contribuir a construir en positivo la imagen de un país y que podrían pasar a tener un mayor perfil en la estrategia de Marca España y por tanto en la agenda política del Gobierno. Uno de ellos es la cooperación internacional al desarrollo. Como es bien sabido, desde 2009 se han producido sucesivos y profundos recortes en los fondos de ayuda al desarrollo. Estas reducciones se han producido sobre niveles de ayuda que se mantuvieron en niveles crecientes y altos durante el periodo 2004-2008, hasta el punto de llegar a situar a España como sexto donante mundial.
Al margen de los debates en torno a la pertinencia de recortar el presupuesto de ayuda más que proporcionalmente respecto de otras líneas presupuestarias, o en torno a la eficacia de la ayuda –¿fue esta ayuda todo lo eficaz que podría haber sido en la lucha contra la pobreza?–, sí parece evidente que, en la medida en la que la cooperación al desarrollo se situó en la primera línea de la acción exterior del país y respaldó los procesos de desarrollo de los países socios, contribuyó positivamente a la formación de la imagen internacional de España y, posiblemente, también a su peso en la escena internacional. En este sentido, entre otros elementos, las contribuciones al Fondo Global para el SIDA y la malaria pueden estar detrás de la invitación permanente de España al G-20.
Las preguntas que cabe hacerse ahora son (i) si la inversión acumulada en cooperación internacional al desarrollo contribuye a los valores sobre los que España quiere construir su imagen internacional; (ii) si España ha capitalizado adecuadamente esta buena imagen local en la construcción de una imagen global, desde una visión más estratégica; (iii) en caso de no haber hecho esto último, cómo podría hacerse.
Volviendo a la internacionalización de la empresa española, como revela el estudio de Javier Noya sobre la imagen de España en América Latina y diversas experiencias internacionales recientes, en el caso concreto de los países en desarrollo, la construcción de la imagen de la empresa –y por lo tanto la del país– estará también vinculada a los efectos en desarrollo de la actividad empresarial. Siguiendo esta lógica, obtendrían mejor imagen las empresas que, con su actividad productiva, contribuyan directamente a la mejora de las condiciones económicas y sociales de parte o el todo de la población –facilitando el acceso a servicios básicos de forma más eficiente y eficaz, generando empleo local, facilitando las comunicaciones, contribuyendo a la generación de recusos fiscales propios o a la profundización financiera–. El riesgo radica en que el proceso podría darse en sentido contrario, contagiándose a la imagen-país la penalización, en términos reputacionales, a una compañía cuya actividad productiva esté contribuyendo negativamente al desarrollo en ese contexto. Siendo así, cabría preguntarse si, para la estrategia de Marca España, no sería importante reforzar los mecanismos de promoción de la internacionalización de la inversión española con efectos positivos en desarrollo.
Más allá de la construcción de una imagen-país, la discusión sobre el rol de la cooperación al desarrollo o de los efectos de la inversión española en el desarrollo de los países receptores de ayuda nos lleva al debate más estructural sobre cuál es la visión del papel que España quiere jugar en el contexto internacional y sobre cuál es la estrategia de acción exterior de España –sus objetivos, sus componentes, y la articulación de estos últimos– que responde a dicha visión.
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