Las caras de la diáspora (2)
Quedamos en una chocolatería de la zona estudiantil de Las Palmas de Gran Canaria, el día en que Ghana se clasifica para cuartos de final de la Copa de África. Las Estrellas Negras van a cruzarse con los Bafana Bafana, ese motivo de desesperación de los sudafricanos hecho equipo de fútbol, del que se tuitea que empuja al país del Arco Iris en pleno hacia los bares para olvidar. Maxwell Tetteh Badger (Accra, Ghana, 1989) se sienta en un confortable sofá frente a una coca cola zero con hielo, la cresta negra cardada al estilo Thievy cayéndole sobre la mirada. Cuando le preguntas la edad, dice que tiene 23 años y añade un “me estoy haciendo viejo” que parece una broma. Sin embargo es futbolista y, a pesar de su juventud, muy consciente de que le quedan unos tres años para poder hacer algo importante en un campo.
Maxwell en acción / Foto de Gelo Ángel Hernández
Ahora no tiene permiso de residencia, porque con la crisis y las cosas de la vida, solo ha logrado trabajar con contrato unos tres meses en el último año. Sin permiso tampoco puede jugar en un equipo federado. Ni acceder al curso de soldador que organiza ahora CEAR y que le ayudaría a ocupar sus jornadas formándose y acceder quizás a un trabajo en condiciones. Mientras busca contrato y papeles, Maxwell trabaja en lo que puede, va a misa los domingos y se encarga del centro del campo con el África Fútbol Club, el equipo que la Federación de Asociaciones Africanas en Canarias (FAAC) montó en el 2010 con el apoyo de Casa África. “Soy centrocampista, pero hago de todo, Marc (el entrenador) me pone en cualquier sitio”, puntualiza. Lleva siete goles en los nueve partidos que se han disputado en esta temporada de la liga aficionada Promesas Canarias. Solo le supera un compañero delantero, el mauritano Alassane Lam, con cuatro tantos más.
El África Fútbol Club también ha sufrido la crisis: Sala, el delantero marroquí que se ganó a pulso el título de pichichi del Torneo África Vive de 2010, juega en La Palma casi regalado y Moussa Ndiaye, el pichichi del 2011, se marchó a probar fortuna en Francia. De la veintena de jugadores que arrancó el África Fútbol Club hace dos años, quedan poco menos de una quincena. Sin respaldo económico de instituciones ni patrocinios privados, los posibles candidatos a formar sus filas prefieren trabajar en algo seguro a emplear los fines de semana en el puro amor al deporte. Maxwell también se quiere ir. A Malta. Otro compañero con posibilidades de triunfar en un campo, el sierraleonés al que apodan Xavi, busca la forma de salir de la isla rumbo al norte de Europa. Canarias y España son los incómodos trampolines hacia destinos mejores.
Marc Euler Ble Ogou (Gagnoa, Costa de Marfil, 1980) es uno de los tres entrenadores del África Fútbol Club. Formado profesionalmente como jugador en Costa de Marfil, pasó por la primera división de su país y la de Senegal antes de intentar probar fortuna en Francia y, posteriormente, en España. Llegó a Gran Canaria en el año 2000, teñido de rubio platino y con un físico musculoso que desprendía poderío. Fallaron las pruebas. Acabó dando con el Vecindario, un equipo que regularizó su situación y con el que ascendió a 2ª regional en la temporada 2005/2006. Marc sueña con formarse como entrenador y tener su escuela de formación de futbolistas en su país. Ahora tampoco tiene trabajo fijo y se busca la vida, como todos, en lo que puede, pero recuerda con orgullo que fue el capitán de la flamante selección marfileña, que ganó el I Torneo África Vive en 2010.
“En realidad este equipo es pura pasión, porque no sale nada de él ni va a hacer nada importante” –constata Marc- “Para los africanos de este equipo, significa una cita y una forma de hacer piña para jugar con chicos de aquí, integrarse y hacer algo. Así señalan su presencia en la isla, ya que son invisibles. Maxwell está en una situación vulnerable ahora, pero en el equipo hay estudiantes universitarios, trabajadores perfectamente integrados y con un puesto más o menos fijo y gente que se busca la vida. Hay un poco de todo”.
Para Marc la Copa de África es también una pasión, aunque lamenta que no haya nadie en las gradas de los estadios sudafricanos y que la máxima competición africana no mueva dinero y medios como la Copa de Europa o la Champions. “Mueve pasión también” –señala- “Pero las guerras y los problemas diarios han ocupado tanto a África que el fútbol parece que no interesa”.
Igual que los problemas de supervivencia y de la vida cotidiana de los jugadores del África Fútbol Club, la falta de apoyo y la crisis hacen que este proyecto se mantenga en pie, a duras penas, solo por pasión. La pasión que sigue moviendo a miles de jóvenes africanos hacia las luces del Norte en busca de un puesto en las filas del Chelsea, el PSG o el Barça.
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