Un error de fichaje
José Mourinho, el todopoderoso mánager deportivo del Real Madrid, es muy consciente de que su trabajo en la entidad madridista tiene fecha de caducidad. Por ello, ha decidido hace tiempo morir matando, en un intento desesperado de salvar su deteriorado prestigio profesional.
La última cacicada de dejar a Iker Casillas en el banquillo de La Rosaleda (una ostentación patética más de su omnímodo poder) retrata al personaje. Ya siempre podrá contar que él se atrevió a sentar a Casillas, el mejor portero del mundo y leyenda viva del madridismo.
La enfermiza obsesión del portugués por controlarlo todo en su favor, no en el del equipo, está resultando demoledora para los intereses deportivos e institucionales del Real Madrid, el mejor equipo del mundo hasta antes de la llegada del luso a Chamartín.
La gran verdad, la única realidad, que Mou trata de disimular, es que el Real Madrid no juega a nada esta temporada mientras que nuestro principal adversario, el Barcelona, está bordando el fútbol y nos aventaja en el mes de diciembre en 16 puntos. Y el eterno rival capitalino, el Atlético, en siete puntos.
El principal responsable de tamaño desaguisado no es otro que Mourinho, porque se trata de un entrenador menor (nada de top), dotado de un estilo pendenciero y chulesco que choca frontalmente con los valores históricos del Madrid. Y está pisando y mancillando, un día sí y otro también, la imagen del club.
¿Qué hacer con él? No pasa nada por reconocer el error de su fichaje y más vale ponerse una vez rojo que ciento colorado: José Mourinho debe abandonar el Real Madrid no cuando él quiera, sino cuando la entidad madridista así lo decida. Y esa decisión ya no puede esperar un minuto más.— José Luis Cuenca.
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