La nigeriana que desbancó a Oprah Winfrey
Folorunsho Alakija ha desplazado a la presentadora en el primer puesto de millonarias negras Su apuesta por unos terrenos petrolíferos de difícil explotación en el delta del níger ha elevado su fortuna hasta los 3.300 millones de dólares
“Nadie lo tiene todo”, confiesa Folorunsho Alakija, embutida en un vestido de Iconic Invanity, en la portada de noviembre del magacín Genevieve. Todo quizá ella no lo tenga, pero la presentadora norteamericana Oprah Winfrey, desde ahora, tampoco. Porque la empresaria nigeriana le acaba de robar la corona de “mujer negra más rica del mundo”. “¿Qué tienen en común bancos, moda y petróleo?”, se preguntaba en agosto la revista económica Ventures Africa, que fue quien hizo sus cálculos y se dio cuenta del desbanque. “Si intuyes que la respuesta es Folorunsho Alakija, estás en lo cierto”. Toda la prensa del país africano, primero, y allende los mares, después (desde el momento en que medios como The Huffington Post se hicieron eco), han recogido la noticia, pues nombrar (y vencer) a Oprah es como mentar a Dios en el universo afroamericano y africano. La fortuna de Alakija, de 3.300 millones de dólares estimados (Oprah, 2.700), según Ventures, está asociada a esos tres elementos citados más uno: solidaridad. Un cóctel (a veces sospechoso) de gran tirón y rentabilidad entre los adinerados de Nigeria, que son ya legión en este país de 160 millones de habitantes, con grandes desigualdades, pero recursos y crecimiento que ya quisieran otros.
A sus 61 años, Alakija es de esas mujeres de porte rotundo que abundan en África subsahariana. Allí, una mujer poderosa por la razón que sea (por familia rica, o política, o espectáculo) que tenga objetivos claros arrasa. Ella los tuvo desde el momento en que, siendo ejecutiva del International Merchant Bank of Nigeria, empezó a ver cómo ellos, hombres, menos capacitados, le pasaban por delante. Así que tomó medidas, debía independizarse o aceptar. Y se fue a Reino Unido a estudiar diseño de moda. Lo contaba en el programa African voices de CNN en febrero al hilo de la publicación de su autobiografía, Growing with the hand that gives the rose. Calmada, engatusadora, africana hasta la médula, en las imágenes del libro se la ve joven, con mirada limpia y sonrisa confiada, y ya madura, rodeada de magnates, segura de sí.
“Sea cual sea tu éxito como empresaria, nunca descuides la cocina”, ha escrito
Cuando regresó a Nigeria, montó Supreme Stitches, una marca de ropa para clases pudientes con la que ganó el premio nacional de diseño de su país. Era 1986. “Mis diseños gustaban porque estaban creados desde dentro”. Lo recoge otro diario, Vanguard. Y estas últimas semanas muchos medios han repetido hasta la saciedad su historia de mujer hecha a sí misma, emprendedora, con olfato y pasión por lo que hace. “Todo lo que toca lo convierte en oro”, afirman.
Hoy es dueña de la empresa Famfa Oil y alma de la Fundación Rose of Sharon, creada en 2008, que apoya a viudas e hijos. “Me ocupo de ellos porque tengo medios”, afirma. Nada raro: cristiana practicante, tiene a Dios siempre en boca. Hija de un jefe de distrito de Lagos, de familia polígama: su padre tenía 8 esposas y 52 hijos. Ella se inició en los negocios ayudando a su madre en el comercio de tejidos; ahí anidó el oficio. Con siete años, ella y su hermana recibieron educación internacional en escuela privada en Gales, donde eran lo único negro poscolonial en metros a la redonda (Flo y Doy, las llamaban).
Su cambio de estatus en el ranking de ricos este año tiene que ver con el oro negro. El delta del Níger da para mucho y es fortuna y desgracia del país desde hace años (la maldición de los recursos, la llaman, y en este caso ha provocado no pocos abusos de derechos, vertidos y asesinatos). En los noventa era fácil comprar allí licencias de prospección y explotación. Muchos las adquirieron para especular. Pero ella se la quedó. Había solicitado además una zona que nadie quería por alejada y cara de explorar. “A 1.500 metros de profundidad”. Y le fue concedida. Como no era experta, se asoció a Star Deep Water Petroleum, subsidiaria de Texaco, en 1996. En 2000 se supo que allí había mucho, mucho petróleo, y el Gobierno (con el presidente Obasanjo) nacionalizó la mitad de la propiedad de un modo que ella consideró ilegal. Lo denunció y esperó. En mayo, la justicia le ha dado la razón y recuperó lo perdido. Así, esto convierte los 600 millones de dólares que le atribuye Forbes en 3.300. En 2008, Famfa Oil producía 200.000 barriles/día, según el Daily Mail británico.
Antes de esta ascensión, ella ya estaba entre las más ricas del continente junto a su compatriota Bola Shagaya; Ngina Kenyatta, viuda del primer presidente de Kenia, o Isabel dos Santos, hija del de Angola. Incluso en la lista general de los potentados de África ocupa el puesto 24º. Por delante, todos hombres.
Cuando en 2011 celebró su 60º cumpleaños y sus 35 años de casada, dio tal fiestón en Lagos que aún se recuerda, las invitadas iban todas de rojo para la ocasión. Alakija aprovechó para presentar su autobiografía y otra obra suya, University of marriage, con lecciones para casadas. “Cada casado/a tiene el deber de asegurar que su matrimonio funcione para que nadie se entrometa” o “Sea cual sea tu éxito como empresaria, nunca debes descuidar la cocina”. Ella lo está y felizmente, asegura, desde 1976, con Modumpe Alakija, presidente de Famfa Oil. Tienen cuatro hijos, todos en la empresa, cual guardia pretoriana. “El dinero no tiene que ver con el amor. Este es interior. Aquel algo que adquieres, ganas o pierdes”. Y gastas. Porque este año la empresaria ha comprado uno de los más lujosos apartamentos de Londres, en One Hyde Park (108 millones de dólares), y un jet privado que fascina al all Nigeria.
Su padre, que murió el día que Obama se hizo presidente en 2009, le enseñó que si Dios te regala fama y fortuna, debes permanecer agradecido y no convertirte en jactancioso, “porque el orgullo precede a la caída”. Ella lo intenta. Y que sepamos, Oprah, de momento, no ha dicho ni pío.
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