En la trinchera de los derechos humanos
Esta entrada ha sido escrita por Juan Ignacio Cortés, periodista de Amnistía Internacional.
El activista ruso Aleksei Sokoloz. Foto: Amnistía Internacional.
En el pelo de Aleksei Sokolov ya asoman las canas, pero él está lleno de energía. Llegó hace casi dos semanas a España y no ha parado desde entonces: entrevistas, ruedas de prensa, conferencias, encuentros con activistas... Aleksei es defensor de los derechos humanos. Preside la organización Pravovaia Osnova (“Base Legal”), que se ha ocupado de numerosos casos de tortura y malos tratos de personas detenidas, violencia policial y muerte bajo custodia en Rusia.
Amnistía Internacional ha invitado a Aleksei a España porque piensa que, como todos los defensores y defensoras de los derechos humanos, tiene mucho que decir. También le ocurre, como a muchos otros muchos defensores y defensoras, que hay muchas personas interesadas en que no lo diga.
Los defensores y defensoras de derechos humanos desafían a diario al poder (gobiernos, élites políticas, militares y económicas) y, por eso, están expuestos a un constante peligro de ser atacados.
Los defensores y defensoras de los derechos humanos en México también conocen el sabor del dolor. Allí, las autoridades, la policía o los terratenientes los ven como una amenaza a sus intereses creados. Un caso emblemático es el del padre Alejandro Solalinde, un sacerdote que ha dedicado su vida a ofrecer un lugar seguro a las personas migrantes que cruzan México con la esperanza de una nueva vida en Estados Unidos. Ello le ha supuesto ser objeto de continuas amenazas e intimidación por parte de bandas de delincuentes y autoridades locales.
No es tan conocido el nombre de Ni Yulan, una abogada china que se ocupa de muchos casos de personas que protestan por la demolición de viviendas. Ha pasado cuatro años en la cárcel y ha sufrido un especial ensañamiento por parte de las fuerzas de seguridad de su país. Torturada hasta el punto de que en la actualidad está en silla de ruedas, ha sido obligada a vivir en la calle y le han retirado su licencia de abogada.
En el delta del Níger, en Nigeria, por ejemplo. Allí, los vertidos provocados por la actividad de la petrolera Shell en la región han arruinado la vida de decenas de miles de personas. Pobladores de la zona como Celestine AkpoBari, miembro del Movimiento Contra la Corrupción en Nigeria, han denunciado el problema. Su premio: las autoridades nigerianas lo han agredido y detenido en varias ocasiones.
Pero si a menudo las historias que tienen que ver con defensores y defensoras de los derechos humanos son dramáticas, no siempre son negativas. La movilización de cientos de miles de personas ha logrado mejorar la situación de numerosas personas que defienden los derechos humanos.
Sólo dos ejemplos del último año: Halil Savda, objetor de conciencia por el que Amnistía Internacional recogió firmas el 10 de diciembre pasado, fue excarcelado el pasado mes de abril. Hanadi Zahlout, defensora de los derechos de la mujer y activista de la primavera árabe, fue también liberada a finales de 2011.
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