Arqueología para viajeros curiosos: ¿qué hay dentro de la tumba del primer emperador?
Cartel de la película de aventuras La tumba del emperador dragón, inspirada en el mausoleo de Qin Shi Huang.Hace unos años, durante un viaje por China, tuve oportunidad de visitar algunos de los trabajos de excavación cerrados al público en el yacimiento de los guerreros de terracota, a unos 35 kilómetros al este de la ciudad de X’ian, la ciudad más antigua de China y capital del Imperio del Centro a lo largo de 12 dinastías. En las zanjas se apiñaban centenares de cerdos y perros de terracota, a tamaño natural, destinados a abastecer las despensas del emperador Qin Shi Huang (259-210 antes de Cristo) y su ejército de sombras en el ultramundo: un tirano muy previsor.
Qin (se pronuncia chin) abolió la esclavitud, dio nombre al país, unificó la escritura y la moneda y ordenó construir la Gran Muralla, pero también mandó quemar todos los libros que no ensalzaban sus logros y enterrar vivos a 400 eruditos que discrepaban con él. Más de 20 siglos después, durante la Revolución Cultural, Mao, a quien a menudo se comparó con Qin, se jactaba de haber superado 10 veces esa suma.
Museo de los Guerreros de Terracota, cerca de la ciudad china de X'ian. / Isidoro Merino
El yacimiento de los guerreros, del que solo se ha excavado una pequeña parte, es uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo XX, a la altura del de la tumba de Tutankamón, en el Valle de los Reyes, Egipto. Describirlo como fabuloso no es exagerado: el hallazgo (las estatuas fueron encontradas casualmente por unos campesinos en 1978), del que se puede ver apenas una porción de lo que todavía permanece enterrado, ocupa tres hangares, cada uno del tamaño de dos estadios de fútbol.
En las zanjas, más de 8.000 soldados –-oficiales, infantes, arqueros y jinetes con sus caballos-- de tamaño natural, cada uno con un rostro y un peinado diferentes y en posición de combate (portaban armas reales: arcos, ballestas, espadas, lanzas y alabardas, aunque la mayoría fueron robadas en los saqueos que siguieron a la caída de la dinastía Qin), protegen la última morada del primer emperador.
Su mausoleo, bajo una colina artificial de 50 metros de altura, con una escalinata que conduce hasta su cúspide, es uno de los mayores misterios de la arqueología.
Aún no ha sido excavado, a pesar de que los textos del historiador Sima Qian (145-90 antes de Cristo) describen fabulosos tesoros protegidos por trampas mortales: "Los obreros construyeron en la tumba palacios a escala, pabellones y estancias oficiales, y la llenaron de finas vasijas, piedras preciosas y otras rarezas. Los artesanos recibieron orden de instalar ballestas accionadas mecánicamente para disparar a cualquier intruso. Se reprodujeron las vías fluviales, los ríos Yangtsé y Amarillo, e incluso el gran océano, y por ellos circulaba mercurio. En el techo se emplearon perlas brillantes para representar las constelaciones, y en el suelo se plasmó la tierra con figuras de pájaros de oro y plata, y árboles grabados en jade. Las lámparas se colmaron con aceite de ballena para que ardieran hasta la eternidad".
Cartel de la película de aventuras La tumba del emperador dragón, inspirada en el mausoleo de Qin Shi Huang.
Las prospecciones geofísicas (imágenes por radar y mediciones del campo magnético y de la conductividad) y los análisis químicos del terreno parecen darle la razón a Sima Qian: a unos 30 metros bajo la colina, que tiene forma de pirámide truncada, existe un enorme palacio subterráneo de 15 metros de altura, y en sus alrededores se han encontrado altas concentraciones de mercurio.
Sin embargo, el Gobierno chino no ha concedido el permiso para empezar a excavar allí, con el argumento de aún no existe una tecnología que permita conservar los hallazgos. “Cuando estemos preparados adecuadamente, podremos iniciar los trabajos de excavación de la tumba”, declararon en Oviedo, durante la entrega del Premio Príncipe de Asturias 2010 de Ciencias Sociales, Cao Wei, el subdirector del Museo de los Guerreros de X’ian, y Xu Wrihong, la jefa del equipo de arqueólogos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.