Un DJ a la sombra de papá Sarkozy
Pierre Sarkozy huyó de la prensa en su primera visita como pinchadiscos a Madrid A pesar de tratar de esconder sus orígenes en busca de credibilidad artística, el apellido le ha servido de pasaporte diplomático en sus viajes por el mundo
Mientras su padre declaraba el jueves en los juzgados de Burdeos por la supuesta financiación ilegal de su campaña de 2007, Pierre Sarkozy volaba, ajeno a cualquier mirada, a Madrid. El primogénito del expresidente francés acudía a pinchar por primera vez a la capital y lo anunciaba con entusiasmo la noche anterior en su Facebook: “Really excited!”. La sesión, en Gabana 1800, estaba restringida a los clientes más fieles de la discoteca. Ni periodistas ni fotógrafos podían acceder a la sala por petición expresa de su mánager. Tampoco admitía entrevistas personales. Sí, en cambio, vía e-mail; con la advertencia por delante de que cualquier cuestión referida a la política o su familia quedaría en blanco. De quince preguntas respondió a cinco en apenas una línea cada una. La excusa: había estado muy concentrado preparando su sesión. Las respuestas, decepcionantes: “Escucho música desde muy pequeño, y mis influencias van desde Daft Punk hasta el hip-hop”, o “viajar tiene sus ventajas, conoces otras culturas, gente, lugares…”.
Tan solo a la pregunta de por qué se puso a prueba como DJ antes fuera de Francia que en su país dejaba entrever su personalidad a la fuga del apellido: “Resultaba más gratificante empezar en otra parte. No quería arrancar mi carrera rodeado de todos los medios y la política”. Los inicios de DJ Mosey aka Pierre Sarkozy, que ahora cuenta 27 años, se remontan a cuando tenía 20. Su padre, por entonces ministro del Interior, reprimía con mano dura los disturbios raciales en la banlieue, el extrarradio de París, limpiándolo, en sus propias palabras, de “escoria”. No podía imaginar que su hijo, al que intentaba convencer para que se cortase las rastas, vivía el sueño de dedicarse a la música infiltrado en esas trincheras de la comunidad hip-hop. La misma que coreaba el himno: “Anti-Sarko, anti-derecha… Nicolas, tú no escuchas, somos anti-tú”.
Para cuando se descubrió su auténtica identidad, Pierre había logrado colaborar con alguno de sus artistas. Como Poison, un símbolo de la resistencia al que produjo una canción y que explicaba en 2008 su reacción en una radio local francesa: “Me entró en una fiesta, se presentó como Mosey y me propuso trabajar conmigo. Lo conozco desde hace cinco años, y hasta ahora no supe quién era. La idea me sacó de quicio y le llamé. Me dijo: ‘No quería contártelo porque supuse que entonces no querrías saber nada de mí”. Al mismo tiempo, el rapero Doc Gynéco, que había encargado a Mosey la producción de un disco, salió en su defensa: “Amaba tanto el hip-hop que ocultaba su identidad para poder trabajar con los raperos que criticaban a su padre. Él y sus colegas blancos viven esta música humilde y apasionadamente. Les gustaría ser negros o mestizos, como yo”. Poco extrañó ver a Gynéco hacerse la foto con el presidente y expresar públicamente el apoyo a su política, cosechando el rechazo de toda la escena.
Fama Niang, antigua directora artística de la productora musical de Carla Bruni, tomó desde entonces las riendas promocionales de Pierre Sarkozy, y escribía en su blog: “Como hija de inmigrantes senegaleses, no tengo una predisposición natural hacia el sarkozismo, y sé de los riesgos que conlleva exponerme con mi testimonio, pero toda esta controversia me parece falsa. Pierre siempre fue muy discreto sobre sus orígenes. Cada vez que nos reuníamos con otros artistas, productores, agentes… él insistía en centrar la charla en lo musical, a pesar de que su nombre real podría haberle abierto muchas más puertas”.
“Empecé fuera de Francia porque no quería arrancar mi carrera rodeado de los medios y la política”
Cualesquiera que fueran sus objetivos artísticos iniciales, una vez descubierto el pastel, DJ Mosey ha sabido redefinir su target a tiempo. Los temas que firma se aproximan más al r’n’b comercial que al hip-hop de combate, y ha cambiado los clubes subterráneos por las cabinas más exclusivas de Saint Tropez, Miami o los Campos Elíseos. Hace honor a la vena artística que caracteriza a su familia. Su abuelo Pal Sarkozy ha debutado como pintor pasados los 80 años. Su padre elevó a su tercera esposa, Bruni, a musa de la derecha francesa. Él mismo, con su propensión al despilfarro y a cenar con celebridades, se ganó el apelativo de presidente bling bling (que viene de la devoción de los hiphoperos por el oro y todo lo que brilla). En su borrachera de poder, el expresidente quiso instalar en 2009 a su segundo vástago, Jean, entonces estudiante de Derecho, al frente de la EPAD, el organismo público que regula el desarrollo de La Défense, el barrio de los negocios de París. Ante las acusaciones de nepotismo, el delfín renunció a cambio de un cargo de consejero raso.
El exjefe de Estado también se excedió en sus competencias cuando Pierre canceló una sesión en Ucrania en enero de este año por una indigestión. Lo denunció Le Canard Enchaîné: “Para traer de vuelta a su hijo, Sarkozy movilizó un avión militar en el que habitualmente vuelan presidentes y ministros. ¿Pero a qué precio? Una pequeña fortuna, no menos de 40.000 euros”. El presidente insistió ante la prensa en que él se había hecho cargo de los gastos médicos, 7.632 euros. El resto corrió a cargo del erario público. Con su característica sorna, el semanario satírico añadía: “Es de suponer que los problemas intestinales del hijo de Sarkozy no cuentan como ‘interés público”. Medio mundo se hizo eco de la historia. Pero New Yorker apuntó que en Francia Le Monde, Le Figaro y hasta el izquierdista Libération la silenciaron.
Pocos días después, la web de investigación Mediapart revelaba una carta fechada el 1 de febrero en la que la Embajada francesa en Brasil reclamaba al ministro de Relaciones Exteriores del país “que le abriera el salón de honor” (reservado a autoridades) a Pierre y su séquito en cada uno de los tres aeropuertos (São Paulo, Río de Janeiro, Florianópolis) donde hacía parada en su tour como DJ. Asimismo se requería “la asistencia de la Policía Federal brasileña” para garantizar su seguridad durante la estancia. La carta también recogía que dos miembros de la seguridad oficial del entonces presidente “acompañan al hijo del cabeza de Estado en sus viajes por el mundo”. Mediapart echaba cálculos recontando las sesiones de DJ Mosey en los meses anteriores y estimaba el coste de sus guardaespaldas en unos 167.000 euros al año.
Con su padre fuera del poder y contra las cuerdas legales, probablemente estemos ante un panorama diferente. Puede, incluso, que Pierre ahora aterrice él solo con su maleta de DJ allá donde pinche. En cualquier caso, hay cosas que la posición familiar no puede comprar. El que logre granjearse un estatus sólido deslizando discos está solo en la punta de sus dedos.
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