25-N: elecciones catalanas
En estos momentos difíciles, en los que las huelgas y las manifestaciones son ya más molestas que eficaces, tenemos que pensar en mejores formas de hacernos oír.
El domingo, con las elecciones al Parlament, tenemos la oportunidad de opinar y decidir directamente sobre nuestro futuro. Protestamos sobre los recortes y la mala gestión, pero olvidamos que los que gobiernan son los mismos que elegimos en las urnas. El domingo toca votar, y con criterio.— Sandra Cavallé. Sant Andreu de la Barca, Barcelona.
Observo que nuestro ordenamiento constitucional da por sentado que nuestros máximos representantes politicos, salvo caso de delito flagrante, no son responsables judicialmente por decisiones que son de forma inequívoca un derroche de dineros públicos originados por potestades, como la de convocar elecciones, que no tienen restricción alguna.
Las encuestas auguran que el Parlamento catalán tendrá, con pequeños retoques, la misma correlación de fuerzas; para ello se ha dejado de cumplir el mandato de cuatro años otorgado en la anterior votación. Dado el exorbitante gasto de dinero público que bien podría haberse invertido en políticas sociales que paliasen las insufribles condiciones de vida de muchos catalanes que viven ya en la pobreza, ¿de qué modo se les pueden exigir responsabilidades por ese gasto inútil y derrochador a los visionarios que las convocan?
Igual que hay países en los que es obligatorio el voto, y a nadie le parece antidemocrática una medida así, ¿por qué no se legisla que no se puedan convocar nuevas elecciones hasta cumplidos los cuatro años de legislatura? La Constitución prevé el voto de censura positivo: una nueva mayoría elige un nuevo presidente de Gobierno. Disolver el Parlamento, como han hecho Cascos y Mas, alegremente, dejándose llevar por el daimon que les susurraba al oído gloriosas mayorías, me parece una estafa democrática, la negación de la política, que es, en esencia, negociación y pactos.— Juan José González Pozuelo. Barcelona.
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