El mejor regalo para un niño refugiado

Esta entrada ha sido escrita por Amaia Celorrio, responsable de Relaciones Públicas y Contenido del Comité Español de ACNUR

En el mundo hay en la actualidad cerca de 44 millones de personas desplazadas que se han visto forzadas a huir como consecuencia de la guerra, la violencia, la persecución… Sin protección de sus estados, los refugiados, desplazados, apátridas y solicitantes de asilo se enfrentan a situaciones de vida o muerte y dependen de otros para sobrevivir, son algunas de las personas más vulnerables del mundo.

Pero lo más grave es que estos refugiados pasan de media 17 años en un campo de refugiados, sin poder salir, atrapados en un espacio limitado porque no son ciudadanos de ese país en el que se encuentran ni tienen los mismos derechos y deberes que las personas que viven a su alrededor. Y la mayoría son niños y niñas: 16 millones en total, más de un tercio de la población española.

Por la complicada situación en la que se encuentran, el futuro de los niños refugiados es incierto; algunos podrán volver a casa y formar parte en la reconstrucción de su nación como adultos; otros serán reasentados en otro país donde la cultura y la lengua pueden ser totalmente desconocidos; y otros podrán pasar buena parte de sus vidas en el campo de refugiados donde nacieron o crecieron.

Con tales opciones de futuro, la educación es indudablemente lo más útil que se puede dar a un niño o niña refugiado. El papel crucial que la educación puede jugar en determinar el progreso vital de las personas, y en el destino de las naciones, son visibles hoy. Ya sabemos que muchos jóvenes refugiados que recibieron educación formal en los campos de ACNUR en Kenia, por ejemplo, han vuelto al recién creado Sudán del Sur para formar parte en la construcción del nuevo país, incluso formando parte del nuevo gobierno.

Además, el acceso a la escuela también juega un papel crítico en la vida cotidiana de los niños refugiados. Los campos pueden ser sitios peligrosos e inseguros, en el que miles de personas luchan diariamente por sobrevivir y donde superan traumas a menudo horrorosos. Los niños y niñas están constantemente expuestos a ello por lo que en la escuela encuentran un respiro a estas “experiencias adultas” y vuelven a disfrutar de su infancia. Además, permite que las madres puedan ser económicamente más activas o puedan producir comida para su familia y protege también la educación de sus hermanos mayores que ya no se ven obligados a dejar el cole para cuidarles. Todos los niños y niñas se pueden beneficiar de una educación de calidad pero el impacto en los niños refugiados es mayor ya que están en una situación aún más compleja si cabe.

Desgraciadamente, la ayuda humanitaria destinada a la educación apenas representa un 2% del total y solamente una pequeña proporción de las peticiones de ayuda humanitaria en favor de la educación obtienen financiación. Por ello,un conjunto de organizaciones como elServicio Jesuita a Refugiados,Save the Children,Islamic Relief,UnicefyCare Internationallideradas por ACNUR se han unido en la iniciativa “Educa a un niño” cuyo objetivo es llevar a la escuela primaria por primera vez a 172.000 niños y niñas refugiados en 12 países.

Hace poco nos llegó un mensaje de agradecimiento de un refugiado etíope, padre de familia de tres hijos, que resume a la perfección lo que os estoy contando y que anima a seguir trabajando día a día: “Os agradecemos por ayudarnos dándonos comida, refugio y medicinas, pero lo mejor que habéis hecho por nosotros, es dar educación a nuestros hijos. La comida y otras cosas se acaban, pero la educación siempre estará con nosotros allá donde vayamos”.