Viaje a Mozambique (7): Buscando hombres
Si recordáis, tras asistir a una sesión de sensibilización sobre violencia de género en el centro de saludo de Ndlavela, en el distrito de Matola, a las afueras de Maputo, Isac me retó a acompañarle en una de sus visitas a las aldeas de la zona. Todo surgió cuando le dije que me parecía que la actividad presenciada se centraba demasiado en las mujeres y que deberían hacer algo para llegar también a los hombres. Él me dijo que mi impresión era errónea y por eso me invitó a ir con él y ver cómo también intentan llegar a los varones en su tarea sensibilizadora.
Así que una tarde, tras compartir una ensalada, nos subimos al coche y nos ponemos en camino. Me dejo llevar y sorprender por lo que pueda pasar.
Isac Maeussede y voluntarios de ACODEMU a su llegada al pueblo de Muhalaze.
La primera parte de la carretera ya la conozco, lleva hasta Ndlavela. Está asfaltada y es cómoda. En los arcenes mucha gente caminando, como siempre, y otra esperando que llegue alguna chapa (transporte colectivo) que la lleve a su casa o lugar de trabajo. Al poco tiempo el asfalto se transforma en una pista de arena blanca, pareciera que estuviéramos en la playa. Comenta Isac que hay que conducir con cuidado porque es fácil que el coche patine o se encalle en la arena. También dice que en esta época del año es relativamente sencillo pasar por estos caminos que cuando llegan las lluvias se hacen intransitables por el barro y el agua. De hecho las sendas sobre las que circulamos están hundidas, son como lechos de ríos secos en medio a la sabana ocre.
Pasamos aldeas. En todas partes se construyen casas con bloques de cemento y techos de planchas de zinc. Continuamente vemos puestos donde se fabrican y venden los bloques.
Nuestra primera parada es Khongolote, en el centro de la Associaçao Comunitária de Desenvolvimento da Mulher (ACODEMU). A primera vista se trata de un edificio rodeado de un huerto y una cerca junto a una destartalada escuela primaria. El centro fue construido por Médicos del Mundo, que sigue apoyando los programas que la asociación desarrolla. Ambas organizaciones son socias en la implementación de proyectos de sensibilización y empoderamiento de la mujer que ponen en práctica conjuntamente en aquella parte del distrito de Matola. Dentro de la casa, que es la sede y oficina de ACODEMU, hay una chica que nos espera, pocos minutos después llegan otra joven y un chico. Tras las presentaciones recogen una serie de panfletos y revistas y todos subimos al coche que conduce Isac.
Este niño nos seguía a todas partes.
Nos ponemos en marcha de nuevo. Cada vez las aldeas aparecen más dispersas y los vehículos son más escasos. Nos encontramos con algunos camiones que transportan viajeros. Se detienen en paradas señaladas con un cartel clavado en un árbol a lo largo del camino para bajar o subir clientes. Cada vez hay más arena en la carretera y, de hecho, más de una vez el coche en el que vamos patina. También nos cruzamos con algunos campesinos que vuelven de sus campos o con algunos jóvenes que deben dirigirse a jugar al fútbol. Por fin llegamos a Muhalaze, la aldea elegida hoy para realizar la actividad de sensibilización sobre violencia de género. Me explica Isac que se trata de ir por las casas y sentarse a hablar con las familias. Se suele ir por las tardes porque es cuando las personas regresan a casa después de haber trabajado todo el día en los campos y entonces las mujeres empiezan a cocinar y los hombres se sientan a descansar o van al bar a beber.
Los activistas se dividen en 3 grupos, el chico por un lado, las dos chicas juntas e Isac por otro. Dicen que el objetivo es hacer un mínimo de cinco visitas cada uno. Yo sigo a Isac. Mientras nos separamos a través de los caminos que se dirigen hacia las distintas casas, todas ellas rodeadas de setos de espinos que delimitan la parcela en la que se alzan, mi acompañante me comenta que hoy recorrerán esa parte del pueblo porque en los días previos han visitado otras secciones del mismo.
Isac conversando con una familia.
La primera parada es en una casa, junto a la cual se alza una enorme torre de telefonía móvil, donde encontramos reunidos en la puerta un hombre y cinco mujeres, cuatro de ellas sentadas en el suelo, sobre una esterilla, y la otra en una silla, al igual que el varón. Él fuma, ellas están desgranando algún cereal que no identifico bien. Tras las presentaciones ofrecen una silla a Isac, yo prefiero quedarme en pie. Hablan en shangana y yo no puedo seguir la conversación. Desde fuera se ve como el trabajador social de Médicos del Mundo inicia la conversación y les muestra una revista que lleva en la mano. De vez en cuando los oyentes ríen. Isac hace preguntas que contestan, normalmente, las mujeres. Finalmente, se inicia un diálogo entre el hombre y el activista. Hay un intercambio de frases y párrafos durante un periodo bastante largo mientras que las mujeres presentes asienten o disienten con los movimientos de sus cabezas y algunos sonidos guturales. En la última parte de la discusión todos los presentes intervienen. Como colofón hay una explosión de risas. Isac deja algunas revistas y saluda a todos antes de despedirse.
Cando abandonamos el recinto, Isac me comenta que se trataba de una familia compuesta por la abuela, el padre, la madre y tres hijas mayores, dos vivían con ellos y la tercera había ido a visitarles porque había tenido un problema con su marido. Isac dice que posiblemente fuera un caso de violencia de género pero que no quiso entrar en detalles porque la familia no los dio. Estuvo en lo general, según me comenta, hablando de los derechos de la mujer, de la necesidad de denunciar cuando hay malos tratos, de la posibilidad de buscar consejo en la sede de ACODEMU si existen problemas en la pareja… Me explica que la abuela decía que el hombre siempre había dominado la casa y la mujer debía obedecerle y si no lo hacía aquel tenía la obligación de corregir a su esposa. Parece que las otras mujeres no estaban de acuerdo. Pero el plato fuerte había sido la discusión con el padre, el cual comentaba que él se había criado en una sociedad donde el hombre siempre tenía razón y que ahora, debido a que todo el mundo va a la escuela, las cosas están cambiando. Él se sentía un poco confundido porque ya no sabía cómo controlar a su mujer y a sus hijas. Fue entonces cuando Isac y él entraron en una discusión donde el trabajador social de Médicos del Mundo intentó hacerle comprender que no se trata de dominar sino de compartir y decidir cosas juntos. Isac está seguro de que nada cambiará en el futuro inmediato, pero al menos ha tenido la oportunidad de ofrecerr información, mostrar donde acudir en caso de necesidad y empezar un diálogo. Su próximo objetivo será volver a visitar a la familia dentro de un par de meses para seguir profundizando el tema con ellos.
Otro momento de la conversación.
Me comenta Isac que no hay otra forma de trabajar estos asuntos, que hay que armarse de paciencia y moverse a pequeños pasos para poder provocar un cambio. Hacemos un par de visitas más, muy similares a la primera y así vamos avanzando por el pueblo hasta que llegamos a un quisco de madera ante el que conversan un par de chicas. Isac me dice que ese en un bar y que seguramente habrá algunos hombres en la parte de atrás bebiendo. Me pide que no saque fotos y me quede fuera para que él pueda hablar con ellos. “Aquí no gusta que te vean bebiendo licor local”.
A través de la ventana del quiosco y su puerta trasera entreabierta distingo a dos hombres sentados en sillas de plástico alrededor de una mesa baja sobre la que hay unos vasos medio llenos. No veo si hay más personas allí. Yo converso con las dos jóvenes que quieren saber quién soy y de donde vengo, a cambio yo pregunto por su trabajo allí. Una ha vendió a visitar a su amiga que es la que vende allí (se la puede ver en la siguiente foto) “cosas que la gente necesita”. Ante mi insistencia me aclara que son sardinas, queso en porciones, leche condensada, cigarrillos, pilas, algo de fruta… y también licores a los hombres que vienen a beber, muchos de ellos después del trabajo.
Cuando Isac reaparece su cara no refleja mucha alegría. Al principio no quiere hablar hasta que nos despedimos de las chicas y nos alejamos un poco de ellas. Entonces me cuenta que el trabajo que hace es difícil porque tiene que aguantar que en lugares como el bar le digan que “no es hombre” por hablar de esos temas. “El alcohol los envalentona y se atreven incluso a insultar”. Le pregunto que por qué, entonces, sigue adelante. El trabajador social me contesta: “ves, cuando inicié a hablar con los hombres del bar sobre igualdad de género, ellos empezaron a reírse y burlarse de mí, yo me reí con ellos, gasté bromas, aguanté sus insultos sobre mi hombría y finalmente pude transmitirles un mensaje. Al igual que en los otros casos, hoy no hemos conseguido que nada cambie pero hemos puesto los cimientos para que las cosas empiecen a ser diferentes. Yo creo en ello y por eso llevo años haciendo este trabajo”. Se produce un silencio. Un poco más adelante vuelve a tomar la palabra: “el otro día te decía que me gustaba el enfoque que mi organización, Médicos del Mundo, da al tema de la violencia de género porque lo incluye en un planteamiento más amplio que está conectado a los derechos de salud sexual y reproductiva, la educación y el empoderamiento de la mujer. Esto que hacemos nosotros es la base para que todo lo demás funcione. Si las mujeres y los hombres no son conscientes de que las cosas pueden ser distintas nada cambiará. Necesitamos que los hombres se corresponsabilicen en esta tarea y poco a poco lo vamos a conseguir. ¿Tú crees que yo siempre he pensado así? He tenido que hacer mi camino y ahora mírame he hecho de la defensa de los derechos de los ciudadanos la razón de mi vida. Sé que esto me cierra las puertas a poder trabajar con un organismo del estado si un día pierdo este empleo por las críticas que hago, pero es una opción que he tomado y voy a ser consecuente con ella.”
Este tipo de discursos siempre me emocionan, personas que entran su vida a una causa por difícil que pueda parecer en cualquier lugar del mundo.
Dos voluntarias de ACODEMU caminando por las calles de Muhalaze.
En el camino nos encontramos con las dos activistas que han terminado su ronda de visitas. Ante mis preguntas me cuentan que hablaron con varias mujeres y que una de ellas les comentó que su marido le pegaba. Ellas le ofrecieron ayuda y más información y la emplazaron a que las visite en la sede de ACODEMU para poder seguir hablando con más privacidad. “¿Y si no va a visitaros?”, pregunto yo. Una de ellas me responde que no pueden forzar a nadie, que ellas ofrecen los servicios que tienen y si la mujer no aparece, en una de las siguientes visitas al pueblo, quizás dentro de una semana, ellas se volverán a acercar a su casa para seguir hablando del tema, si la mujer quiere.
Poco a poco vamos aproximándonos a donde está aparcado el coche. Empieza a anochecer. Isac y los otros activistas saludan a mujeres y hombres que encuentran por el camino y que conocen, me dicen, de otras visitas. Un grupo de mujeres le dice a Isac que quieren invitarle para que dé una charla en su asociación. Isac les da su número de teléfono para que le avisen y vean él día que él puede.
Isac durante su trabajo de sensibilización.
Antes de dejar Muhalaze hay que ir a saludar al jefe del pueblo. Al llegar a su casa encontramos que hay una reunión del comité local del partido FRELIMO. Un grupo de hombres sentados en sillas de plástico y otro de mujeres sentadas en esterillas en el suelo parecen escuchar atentamente a un orador. Isac me mira, yo le miro y sonreímos. Hay muchos aplausos cuando la persona que está hablando termina su discurso. Esta ve el coche y levantándose de susilla se acerca a saludar. Es el jefe. Se produce un intercambio de frases de cumplido y de saludos.
Tras el protocolo partimos y, a pesar del cansancio, Isac va dando rodeos con el coche para dejar a cada uno de los tres activistas en algún lugar cercano a sus casas. A él todavía le queda ir a la oficina de Médicos del Mundo a dejar el vehículo y luego esperar a una chapa que le acerque a su barrio, desde la parada caminará media hora hasta su casa. Llegará de noche y al día siguiente se volverá a levantar a las 4:00 para no llegar tarde al trabajo.
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