De Sandy a Repsol
Campaña de Greenpeace alertando sobre la indolencia frente al cambio climático.
De todos los asuntos relevantes que fueron ignorados en la campaña presidencial de los EEUU, el del cambio climático posiblemente sea el más grave. Las voces de alarma han llegado esta semana desde las dos orillas del Atlántico: Vigo y Nueva York. La primera ha sido el escenario de la reunión del Panel Intergubernamental de la ONU sobre Cambio Climático (conocido como IPCC), que se clausura hoy. Un reunión centrada en la elaboración del quinto informe sobre la evolución y el impacto del calentamiento global, que estará listo en 2014. Los cuatro informes anteriores, publicados por este grupo a lo largo de los últimos 20 años, tuvieron un efecto determinante en el alcance de las respuestas a uno de los principales retos de nuestra generación.
En Nueva York los gestos tuvieron más fuerza que las palabras. El alcalde republicano de la ciudad, Michael Bloomberg, dio un empuje inesperado a la campaña demócrata al anunciar que apoyaba la candidatura de Barak Obama, el único que ha demostrado algún interés en atacar las causas del calentamiento global. La consecuencias del Huracán Sandy y sus más que probables vinculaciones con el cambio climático pueden haber parecido una tormenta de otoño para otras regiones con más callo, como el Caribe, pero en EEUU tal vez hayan contribuido a cambiar los términos de un debate que recuerda por sus argumentos a los juicios de Salem.
La oposición republicana –financiada rumbosamente por los lobbies petroleros- explica en buena medida la decepcionante hoja de resultados del Presidente Obama en sus primeros cuatro años de mandato, cuando su promesa de sentar las bases para una reducción del 80% en las emisiones de carbono para el año 2050 se topó con una oposición numantina de la mayoría conservadora en el Congreso.
Nada hace pensar que esta situación vaya a cambiar en el mandato que ahora comienza, y esa es la verdadera mala noticia de los resultados electorales del pasado martes. La consultora internacional Price Waterhouse Coopers –que no fue vista en las acampadas del 15M- acaba de hacer público un informe en el que alerta de un calentamiento global de 6°C para el final de este siglo, a menos que se multiplique por seis (6, han leído bien) el ritmo anual de reducción de emisiones. Este escenario aceleraría de manera insoportable la recurrencia de fenómenos extremos como las sequías y las inundaciones, destrozando los medios de vida de la mitad del planeta y convirtiendo su chalet de La Manga en un acuario.
¿Y en casa? Salvo exóticas excepciones como aquella etapa de nuestro expresidente Aznar (ahora es verde y musculado, como Hulk), nadie en la UE ha cuestionado seriamente la gravedad de este asunto. Pero una cosa es predicar y otra muy diferente dar trigo. Los datos publicados hace unas semanas por la Agencia Europea del Medioambiente muestran a una Europa camino de cumplir los compromisos del Protocolo de Kioto, pero alerta sobre los retrasos en Italia y España. El Gobierno se ha apresurado a aclarar que somos un país previsible, como Dios manda y de toda la vida, pero a mí el asunto no me deja tranquilo, porque lo que yo veo es fumarse al sector de las renovables, apoyar a Repsol en cada rincón del planeta y dejar todo lo demás para cuando pase la crisis, un momento que esperaremos en bañador.
Mientras aclaramos nuestro futuro, sugiero que aceptemos la recomendación que hacía Bill McKibben hace unos días en el diario The Guardian: bautizar a los futuros huracanes con los nombres de compañías petroleras, ya que tanto hacen estas por impulsarlos. Esperemos pues al próximo Huracán Repsol.
Comentarios
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.