Cómo voy a contar la vieja historia de un país tan nuevo
Autor invitado: Fco. Javier Sancho Más (periodista, trabaja para Médicos Sin Fronteras)
-Historias. Necesito historias – me dice N. con la urgencia de quienes preparan un magacín de radio.
-Tengo esta – le digo, sacando unos apuntes -. Una mujer embarazada de nueve meses, junto a su madre y tres de sus hijos cruzan la frontera desde Sudán hacia el país más joven de la tierra, Sudán del Sur, en busca de refugio. Vienen de las montañas de Nuba. Seis días de camino extenuante. Cansados. Con miedo por los enfrentamientos que tienen lugar cerca de donde viven. Tampoco pudieron cultivar nada. Y el hambre da más miedo todavía.
-Sí – dice N. mirando el reloj. Parece calcular los segundos que llevo hablando, como si estuviéramos al aire en el estudio y no en una cafetería de Barcelona. Me pongo nervioso y continúo.
-Uno de los tres hijos, el que tenía cuatro años, murió en el camino. ¿Cansancio?, ¿hambre? No sé. La mujer sólo dice “murió en el camino”, ¿entiendes? Y al llegar, dio a luz al otro hijo bajo una lona de plástico. Pero ahora está en el centro de salud del campo de refugiados porque el pequeño tiene fiebre, diarreas…
-Basta. No sigas. No me digas que también se va a morir.
-No. Este no. Esta vez no. Pero con las lluvias, el campo se vuelve un pantano, y la comida escasea. Todo es muy complicado en Sudán del Sur. Cuesta muchísimo llevar ayuda humanitaria.
-Vale. Pero también es difícil contar esto a través de terceras personas. Y aún más en una radio.
Roberto Scaini, doctor de Médicos Sin Fronteras, atiende a un paciente el hospital del campo de refugiados de Batil. Fotografía de Olga Overbeek.
-Cuántas…-me dice -. ¿De cuántas estás hablando?
-De más de 200.000 personas que ya han cruzado la frontera.
-Caray, son muchos. Pero no es suficiente… Tenemos que saber más cosas. De qué huyen, por ejemplo.
-De los conflictos, la inseguridad alimentaria. O sea de las bombas, la escasez y las inundaciones. Una vieja historia.
-Ya. ¿Y se localizan todos en el mismo lugar?
-No, no. Están en varios campos repartidos entre diversos estados del norte de Sudán del Sur.
-Espera, espera. Me he perdido. De qué Sudán me hablas ahora.
-Perdona –y desdoblo esta hoja, y le digo -: Mira, mira el mapa.
Están aquí, en el Este, en los campos de Doro, Gendrassa, Jamam y Batil; y también hay otro, el de Yida, el más grande de todos, un poco más al oeste, en Unity State.
Mapa Sudan del Sur campo de refugiados.
-La frontera.
-Sí, la frontera que todavía se está negociando. El miedo la traspasa de lado a lado. La gente la cruza en busca de ayuda. No sólo van a los campos. También les da refugio la población local. Pero los recursos son muy limitados.
-Y ahora, ¿cómo están?
-Mal, aunque un poco menos que durante el verano, ¿sabes? En un solo campo, en el de Yida, el índice de mortalidad infantil durante los meses de junio y julio llegó a duplicar el umbral de la emergencia, que es de 2 muertes por cada 10.000 personas al día. Haz la cuenta. Significa que en ese campo morían más de 20 niños cada día.
-¡Qué bestia!
-Pero ya se ha logrado reducir mucho esa cifra una vez que los equipos médicos se pusieron en marcha.
-¿Y los medios? ¿No lo cubrieron? Debe estar muy sobado todo esto – dice N., apurando el café.
- Bueno, la verdad es que estuvieron los grandes. La CNN, BBC, Al Jazeera, agencias como Reuters…
-¿Y qué?
-Nada- le contesto.
-Quiero decir que no hubo reacción social ni réplicas en más medios. Y eso que hablamos de muchísimos refugiados.
-Sí. Son muchos, pero no suficientes.
-No seas así. ¿Qué quieres decir con no suficientes? -Me molesto un poco, porque es mi papel molestarme, pero sé muy bien lo que N. quiere decir.
-Que más de 200.000 no significa nada. 200.000 personas no tienen cara, ni huelen, ni siquiera se escuchan. No puedes ni rozarles la piel. Pero si contaras un caso llamativo, una sola historia, entonces…
- Stalin – digo-, otra vez con aquella frase terrible que se le atribuye: “Una única muerte es una tragedia; un millón de muertes, una estadística”
- Tenía razón, ¿no? Stalin sabía de lo que hablaba. De modo que si tienes una buena historia, ayudaría bastante.
-Son muchas historias. Ya te lo he dicho. Pero casi todas cuentan lo mismo. Una mujer a la que se murieron dos hijos en el camino, otra mujer que…
-No. Esas historias no venden. Cuéntame otras. ¿Había algún médico de aquí por allí?
-¿De aquí por allí? Déjame pensar. Sí, tengo un buen testimonio de una médico, aunque no era española. Escúchala. Se llama Erna. ¿Te imaginas a gente que come cortezas de los árboles?
-Demasiado dramático.
-Pero escúchala, al menos escúchala. Tal vez la puedas sacar en tu programa.
Testimonio de Erna.
-Lo único que siempre es nuevo es el dolor que se causa.
-¡Ostras!, esa frase…
-No es mía. La leí por casualidad en estos días. Creo que es de Kafka – le digo con vergüenza, pero no sé por qué me da vergüenza.
-Tío, es demasiado. Kafka, Stalin… Volvamos a Sudán del Sur. Necesitamos la historia, o al menos contarla de otra manera que atraiga más a la gente, ¿no? Si tuvieras el gancho del primer aniversario de la independencia… Ah, lástima, eso fue en junio o julio, ¿no? Demasiado tarde.
- Y además tampoco interesó mucho. En español, al menos, la mayoría de los medios que cubrieron Sudán del Sur fueron mexicanos. No me preguntes por qué. En el resto de los países, muy poco. En España casi nada.
-Y el segundo aniversario nos queda muy lejos, y además el número 2 es insulso. En fin, que no tienes gancho ni historias potentes, ni épicas.
-Bueno, si te consigo entrevistas con algún médico de allí, lo meterías en tu programa.
-Vale, lo propondré, pero no te prometo nada. Ya sabes, ahora con la crisis….- y N. se marcha corriendo. Y me deja en puntos suspensivos, sin gancho ni épica, con una crisis humanitaria a cuestas que aún no sé cómo se cuenta.
Me gustaría que me dejaran decir que, esta vez, un niño en un centro de salud no va a morirse. Que me dejaran relatar su lucha temprana y su posible victoria, es decir cuando pueda volver a casa, con su madre, cruzando una frontera que ya no esté en peligro.
Pero quizá no se trata de lo que ocurre, sino de lo mal que lo contamos. Se trata de cómo lo voy a contar ahora… Ya saben, ahora con la crisis.
(*) Más información en www.msf.com
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