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Columna
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El gran Mefistófeles Draghi

Empieza a ser llamativo el ataque en toda regla que se lleva a cabo en Alemania contra el presidente del BCE

Soledad Gallego-Díaz

Jens Weidmann, el joven (44 años) y arrogante presidente del Bundesbank, fue, hace poco más de un mes, el orador estrella en el festival sobre Johann Wolfgand Goethe que se celebró, como todos los años, en la ciudad natal del escritor, Fráncfort. La ceremonia se desarrolló en la sede del Bundesbank y, muy apropiadamente, trató sobre Goethe y el dinero. Weidmann centró su discurso en la escena de la segunda parte de Fausto en la que Mefistófeles convence al emperador para que eche una firma en un papel, que se convierte inmediatamente en un billete.

La idea de Weidmann no era tanto llamar la atención sobre el hecho de que el dinero de papel es obra del demonio, como podría parecer, sino sobre la facilidad con la que, a continuación, los ciudadanos creen que se puede imprimir para que, “al grito de ‘viva el emperador’, corra el vino en las bodegas”. Es decir, el presidente del Bundesbank estaba hablando de la inflación y de la necesidad de que los bancos centrales sean independientes.

Nada realmente nuevo, salvo, quizás, que el hecho de recurrir a la autoridad del gran patriarca de las letras alemanas indica el grado de indignación que debe sentir el decidido banquero.

Lo que empieza a ser realmente llamativo no es la irrupción de Goethe en la batalla del BCE sino el ataque en toda regla que se está llevando a cabo en Alemania contra quien aparece como un nuevo Mefistófeles: Mario Draghi.

El presidente del Banco Central, débilmente defendido por el Gobierno de Angela Merkel y, desde luego, públicamente criticado por Jens Weidmann, acudió la semana pasada al Parlamento de Berlín a intentar calmar las aguas. Sus extensas explicaciones, su tono pacificador y su “operación encanto” no parecen haber tenido éxito.

El anuncio del BCE de que podría comprar deuda española e italiana de forma ilimitada, pero bajo determinadas condiciones, sigue despertando la ira de muchos medios de comunicación alemanes. Uno de los principales semanarios de información económica, Wirtschaftswoche, califica a Draghi de “caballo de Troya en el Bundesbank”. Die Welt se alarma ante su “evidente sumisión al poder político” (italiano o español, se supone) y advierte que el Banco Central “ha volado un dique” (que defendía a los alemanes).

El diario Suddeutsche Zeitung, normalmente más moderado, cree que “se excede en sus funciones”. Y el amarillo Bild no oculta que siempre ha pensado que era loco poner a un italiano al frente del Banco Europeo: “Mamma mia. Para los italianos, la inflación es como el tomate para la pasta”.

La guinda la ha puesto esta semana el popular semanario Spiegel, con una entrevista muy agresiva: “A los alemanes se les prometió que el Banco Central Europeo se comportaría como un segundo Bundesbank. Mucha gente habla ahora de un nuevo Banco de Italia”, inquiere. “Considero esas acusaciones, por decirlo suavemente, muy poco elegantes”, responde Mario Draghi .

Quienes más reclaman la independencia del BCE son, a su vez, quienes más presionan para que sus decisiones se adapten a sus propias exigencias, se quejan en los Gobiernos del Sur. Sea como sea, la realidad es que la posición del presidente del Banco Central en Alemania seguirá siendo delicada mientras que el Gobierno de Merkel no salga de manera más clara en defensa de sus acuerdos. Los ataques que está recibiendo Draghi son un dato a tener muy en cuenta en la política española.

Por ahora, parece que Mario Draghi solo puede contar con unos pocos apoyos en Alemania. Entre ellos el de Peter Bofinger, uno de los cinco miembros del Consejo Asesor Económico de Merkel, que se lanzó recientemente en defensa de su manera de proceder: “El BCE está actuando como un gigantesco respirador para un sistema financiero disfuncional”. Y, por supuesto, el presidente del Banco Central Europeo siempre puede recurrir a Dante Alighieri para que discuta con Goethe: “Avaro es quien no gasta en lo que debe, ni lo que debe, cuando debe”, escribió el gran patriarca de las letras italianas.

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