Diez faros espectaculares
Creus es el extremo oriental de los Pirineos, el lugar en el que la cordillera pierde altura y se sumerge definitivamente en el Mediterráneo, en un entorno de oscuros y tétricos acantilados. Rocas negras y calas desnudas que inspiraron a Dalí donde la sensación de lejanía se magnifica por la constante presencia del viento de tramuntana. La antigua casa de carabineros se ha reconvertido en un bar restaurante en el que alquilan habitaciones muy sencillas pero rodeadas de toda la magia y la paz de este lugar extremo.
Estamos ante el faro en funcionamiento más antiguo del mundo, una maravilla de la ingeniería clásica. La torre fue construida por el arquitecto romano Caio Servio Lupo en el siglo I de nuestra para facilitar el tránsito de naves en el golfo Ártabro y por la peligrosa costa de Gallaecia. Era un eslabón más de una cadena de señalizaciones marítimas entre las que se contaban los ya desaparecidos faros de Alejandría (Egipto), Ostia y Nápoles (Italia) o el Coloso de Rodas. A este de Coruña se le conocía como Torre Brigantium y tenía 41,5 metros de altura. Pese a los siglos transcurridos, pese a las agresiones de la meteorología y, sobre todo, del hombre, que llegó a arrancarle toda su fachada exterior de sillar de granito para reutilizarla en otros edificios, el faro romano siguió ahí, erguido e imponente, a la entrada del puerto de A Coruña.
Su propio nombre lo indica. Finis térrae. El fin del mundo. El más emblemático de los faros gallegos, el que durante siglos iluminó la esquina más occidental de la tierra conocida y al que todavía hoy continúan llegando peregrinos compostelanos de medio mundo para quemar a sus pies las ropas en señal de purificación. Pese a las mejoras de los sistemas de navegación Finisterre es aún un icono para los navegantes, el aviso de que se encuentran frente a uno de los litorales más traicioneros del mundo: la costa da Morte, hermosa y cruel a partes iguales.
Pocos fanales costeros tienen tanta historia detrás, y no por asunto de naufragios, como este faro gaditano que vigila el cabo homónimo. En 1805 la escuadra franco-española sucumbió frente a la inglesa en una de las batallas navales más nefastas de nuestra historia. El mito de la Armada Invencible acabó definitivamente frente a este hermoso faro de estructura troncocónica y 34 metros de altura construido en 1860 en el lugar donde ya se alzara un faro árabe del siglo IX. En su base se despliega una de las playas más bellas y visitadas de este trozo de litoral.
Nació como torre de vigilancia allá por el siglo XVIII para avisar a los aldeanos del Cabo de Gata de la presencia de naves piratas de Berbería. Situado sobre una cumbre costera de 265 metros de altura, el de la Polacra (conocido también como torre de los Lobos) es el faro más alto de España y uno de los más inaccesibles; la pista de tierra de 3,7 kilómetros que lleva hasta su base está cerrada a los vehículos y hay que ganársela a pie. Un obstáculo para algunos; una gran oportunidad para disfrutar de los paisajes desérticos de Cabo de Gata, para otros.
Una estrecha carretera permite llegar a este accidente geográfico, el segundo punto más septentrional de la península ibérica, después del vecino Estaca de Bares.El cabo transmite una sensación poderosa y extraña a la vez, con amenazadoras rocas de granito negro y tres pináculos que emergen del agua frente al faro, siempre batidos por el oleaje, donde suelen faenar los percebeiros. Las rocas que forman el cabo tiene 1.160 millones de años de antigüedad, el doble que las más antiguas conocidas hasta el momento en la península. Quizá por eso la extraña fuerza que transmite, unida a la espectacularidad y amplitud del océano que lo envuelve. El faro es relativamente moderno ya que entró en servicio en 1984.
Orchilla es el punto más occidental de la isla canaria de El Hierro, la última tierra conocida que veían los descubridores del Renacimiento y la primera que observaban los que llegaban de América en barco. Hace apenas 75 años que se construyó el faro que ahora vemos, en medio de un sensacional lajial de lava volcánica al que se accede por una pista de tierra, después de mil curvas y revueltas. Un paisaje irreal salido del fuego y el magma envuelve esta linterna de piedra de cantería que marca el lugar donde se acaba Europa por Occidente. Durante muchos siglos el Meridiano Cero pasaba por esta punta de Orchilla. Pero en 1884 fue trasladado a Greenwich (Gran Bretaña).
Señaliza la bocana de la ría de Pasaia y según la leyenda debe su nombre a las rocas que lo circundan, que desde el mar y en días soleados lanzan destellos grises como si fueran de plata. Una pista asfaltada, la misma que usan hoy los peregrinos a Santiago que viajan por el Camino del Norte, sube desde el puerto de Pasajes de San Pedro hasta la base del faro, que compone una de las postales más bonitas de la costa guipuzcoana. Fue construido en 1855 y domina un litoral atormentado de acantilados, oquedades y playas fósiles. Abajo queda Pasajes de San Juan, una de las villas marineras más auténticas y mejor conservadas de Euskadi.
Salvaje, agreste, aislado. El cabo Formentor se adentra en el Mediterráneo como un baluarte de piedra que defendiera el extremo norte de la isla mallorquina. Casi 170 metros de pared vertical que quitan el hipo. Para señalizar tan acusado accidente y aprovechar una atalaya natural tan ventajosa se inauguró en 1863 el faro de Formentor, una construcción de base cuadrada rematada por una torre cilíndrica de 24 metros de altura desde la que se divisa toda la costa de Pollença y en días claros, hasta la isla de Menorca. La carretera que recorre el cabo y las vistas desde el faro son una de las mejores experiencias visuales que el viajero se puede llevar de la isla de Mallorca.
Construido en 1865 para dirigir el tráfico marítimo en este punto crucial del Mediterráneo, el faro del cabo de Palos fue utilizado también como escuela de fareros, de ahí su voluminoso primer cuerpo. Su linterna levanta más de 50 metros del suelo para paliar la escasa altura del farallón rocoso sobre el que se asienta, final de una serie de cabezos volcánicos que salpican esta porción de costa murciana. Frente a Palos emerge la isla de la Hormiga sobre cuya exigua superficie se empina el primer faro automático que se instaló España, sustituto de otro manual que un temporal mandó al fondo del mar a finales del siglo XIX junto con toda la familia del farero, que pereció en la tragedia.
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