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Jesús Hermida: "Me doy alipori a mí mismo"

Una charla con el periodista sobre su programa en recuerdo de los Beatles, los antídotos contra la nostalgia y qué enviaría de nuestra tele a la Luna

Ilustración de Jesús Hermida.
Ilustración de Jesús Hermida.TOMÁS ONDARRA

Pregunta. Seis programas sobre los Beatles en Radio Nacional. ¿Pero usted no era más de Concha Piquer?

Respuesta. A lo mejor [ríe]. De doña Concha en En tierra extraña. Fue en Nueva York una Nochebuena…

P. De las canciones de los Beatles, ¿cuál canta mejor?

R. La que tenga menos letra, evidentemente. Sobre todo una versión que hace John Lennon, que le dedica a su madre, con un solo de guitarra. Esa me sale muy bien.

P. ¿Ha ensayado en la ducha para este programa?

R. He ensayado en el jardín, porque en la ducha me puede oír mi perra, y le sienta fatal.

P. ¿Lo más emocionante que ha hecho en periodismo fue retransmitir la llegada del hombre a la Luna?

R. No, ni mucho menos. Fue la madrugada que enterraron a Robert Kennedy. Las gentes empezaron a cantar. Entonces una voz mía me dijo: “Cállate, puñetero, y oye”. Y me callé.

P. Como grandes emociones a retransmitir, se perdió la llegada de Rajoy al Gobierno.

R. Hace muchos años que ya me he perdido las llegadas y salidas de las gentes al Gobierno. De la cosa política, lo último que recuerdo haber transmitido fue la entrada de España en el Mercado Común. Entonces estábamos enamorados de Europa, era la novia.

A corta distancia

Me recibe con sombrero y gafas tintadas en un pasillo de Prado del Rey. La entrevista se celebra en un estudio de Radio Nacional, desde donde hace los programas sobre el cincuentenario de los Beatles. En las inmediaciones, su mujer, Begoña, lleva en el bolso el termo de café que él consume reiteradamente. Habla con la voz –tenue– y con las manos, –imparables–. Tan imparables que en una de estas atizan a la grabadora, que se va al suelo sin consecuencias. Es un tipo afectuoso, y da la impresión de estar de vuelta de todo.

P. ¿Qué mandaría a la Luna de la televisión actual?

R. Pregunta: ¿en la Luna hay habitantes o no? Si no los hay, casi toda la televisión; si hay habitantes, buscaría algo discreto, que no les hiciera pensar que somos unos desharrapados.

P. ¿Es mejor ser chica Hermida o chica Almodóvar?

R. Chica Almodóvar, sin duda alguna, entre otras cosas porque no existen las chicas Hermida. Yo me niego a reconocer el término, porque esas mujeres, que desarrollan su vida profesional, que se lo han ganado todo, no tienen por qué ser chicas de nadie.

P. ¿Está sentado porque si se pone de pie se da con el ego en el techo?

R. Honestamente, creo que no. Soy mi principal enemigo. Si me dice que soy un despistado, un exagerado, un fantasioso, vale. Lo del ego no, porque yo no guardo ni mis programas, ni fotografías, ni recortes de prensa.

P. Pues aún se recuerda el luminoso que alquiló en Times Square con aquel “Nueva York despide a Jesús Hermida”. Era de ¡ele mi niño!

R. Fue al revés. Contraté el luminoso poniendo algo así como “fue bonito mientras duró. Y adiós”. ¿Por qué lo hice? No creo que fuera por ego. Quizá lo hice porque estaba allí el luminoso. Como aquel al que le preguntaron por qué subía al Everest y respondió: “Puñetas, porque está ahí”.

P. ¿Es el mejor flequillo que pasó por la pequeña pantalla?

R. Mi madre decía que tenía un flequillo rebelde. Yo-nun-ca-me-he-mi-ra-do-al-es-pe-jo.

P. Eso se lo dirá a todas.

R. No. Solo por las mañanas, y no me veo, porque estoy cubierto de espuma blanca. Por favor, por favor. Mi madre tenía razón: yo no nací para esto.

P. No me diga que es Jesús Hermida a pesar suyo.

R. No, soy el que soy. Soy el que soy. Suena a cosa de Jehová, que baja.

P. No se siente en el Sinaí.

R. Yo no me siento en el Sinaí en absoluto. Si no sonara a desprecio, diría que yo no veía los programas que hacía, porque es que me doy alipori a mí mismo. No me soporto. Aunque, si es preciso, esa timidez congénita se transforma en una soberbia, u osadía.

P. ¿Cree que con el PP ha vuelto a RTVE la imparcialidad, la sensatez, la honestidad?

R. Con el debido respeto, yo no he conocido eso nunca. Yo creo que todos llegan con la buena intención, pero la propia constitución de la cosa… La cosa nació así, se hizo adulta así, se casó así y se morirá así.

P. Volviendo a los Beatles, ¿ante qué programa televisivo gritaría Help!?

R. Yo no grito Help! Pero le aseguro que mis levantadas del sofá son eminentemente frecuentes.

P. Dijo que, a los veintitantos años, era “un estúpido, un soberbio y un imprudente”. ¿Ha cambiado algo con la edad?

R. Soy más prudente.

P. ¿Le da por ponerse nostálgico, todo el día con el Yesterday a flor de piel?

R. Todo lo contrario. Este programa sobre los Beatles, que para mí es una excursión, podría hacerlo nostálgicamente, porque los conocí. Pero no eran unos tíos que cantaban, sino que nos cambiaron, y nos ha quedado mucho. Lo importante son las letras, esa cosa tan maravillosa de oye, que la vida es muy corta para enfrascarnos en una pelea. Todo podemos arreglarlo.

P. ¿En qué se enfrasca, si no es en peleas?

R. En leer y estudiar 190 letras de los Beatles. Y en estudiar profundamente las novelas de Jane Austen; y en ver una serie que se llama John Adams, y que ha producido Tom Hanks, y en oír la Novena de Beethoven. Pero en la pelea, no. Hay una canción de Chris Christopherson que dice: “El ayer se ha ido y está muerto; el mañana, nadie lo sabe. Esta noche yo necesito un amigo”. Es mi vida.

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