_
_
_
_
África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Viaje a Chad (y 10): Regreso

El viaje está llegando a su fin. Hoy toca dejar Bongor y emprender el camino de Yamena, la capital de Chad, para tomar el avión que me llevará de vuelta a París.

Partimos temprano, para evitar el calor del camino y llegar pronto a nuestro destino. La misma idea han tenido las familias que caminan a lo largo de la carretera, con sus aperos de labranza al hombro o sobre la cabeza, en dirección a sus campos. Anoche llovió, hoy la tierra está blanda. Hay que darse prisa para plantar el mijo antes de que las lluvias se hagan más fuertes. El cielo está azul, el campo verde, se respira tranquilidad y sin embargo la experiencia de estas semanas ha sido muy distinta: aquí se vive una fuerte tensión que puede estallar en conflicto violento en cualquier momento si no se ponen los cauces para evitarlo.

La carretera está asfaltada, así que el viaje es agradable. Cruzamos caravanas de camellos y ovejas que se encaminan hacia el norte, tras haber pasado la estación seca en el sur. Ya comenté que debido al avance del desierto cada año, los nómadas tiene que ir más lejos en busca de pastos para sus ganados, provocando, así, conflictos con los pueblos agricultores del sur.

Pasamos pueblos dormidos, campos donde la gente trabaja y mercados llenos de personas, música, gritos...

Llegamos a La Loumia, una población donde el ejército chadiano tiene un centro de reclutamiento y entrenamiento. Se ven soldados construyendo un muro mientras otros montan guardia. Al adentrarnos en el pueblo nos damos cuenta que es día de mercado. Para sorpresa nuestra, en mitad del bullicio, nos topamos con un grupo de reclutas haciendo la instrucción: descalzos, en cuclillas, con las manos detrás de la nuca, sucios de barro y grasa, caminan como patos siguiendo las órdenes de unos instructores que golpean con sus palos a aquellos que pierden el paso.

Me da la impresión de que algunos de los soldados son muy jóvenes, casi adolescentes. Aunque me parece extraño que el ejército chadiano reclute niños en la actualidad. Durante años Chad utilizó muchos menores como soldados en su ejército, pero hace tiempo se comprometió a la erradicación de esta práctica, desde entonces, UNICEF está supervisando el acuerdo y haciendo un buen trabajo sacando del ejército cualquier menor que detecte.

Seguimos nuestro camino, cada vez se ve más gente caminando. Estamos llegando a la capital. Los asentamientos nómadas, el aumento de los vehículos, el aparcamiento para los grandes camiones provenientes de Camerún o Nigeria y que pasan sus mercancías a otros más pequeños que se manejan mejor en el tráfico de la ciudad…, todo indica la presencia de la gran urbe, que nos acercamos al puente sobre el río Chari, que hace de puerta de entrada.

El tráfico en Yamena es espeso. Las muchas obras, especialmente la construcción de rotondas, todas en manos de compañías chinas, hacen que se circule muy despacio. A mí me viene bien que sea así para poder contemplar mejor lo que pasa en las calles. Me sorprende ver varios coches de autoescuelas. Pregunto por ellos y me dicen que es algo nuevo, que hace poco tiempo que han surgido debido a las normas sobre seguridad impuestas por el gobierno.

Por fin podemos aparcar el coche y empezar a caminar que es como mejor se conoce una ciudad. Callejeamos en busca de una librería. Es una de las cosas que más me gusta hacer cuando llego a una ciudad. Me llevan a la Librerie La Source, una de las pocas que existen en el país. Depende del arzobispado católico de Yamena. No vamos a la sede central que está en la avenida Bokassa, sino a la que se encuentra anexa al Centre Al-Mouna, en el Quartier Bolo. El centro también pertenece al arzobispado y está dedicado al diálogo interreligioso, cuenta con una enorme biblioteca y salas de reuniones y encuentros.

Tras visitar el centro y su biblioteca, nos adentramos en la librería. Está bien surtida de libros y revistas. Muchos se puede encontrar en cualquier librería del mundo; títulos como “Le journalisme pour les nuls”, “Messi une vie en grand”… También tiene toda una estantería dedicada a los libros de Tintín. Busco, con algo de morbo y malicia, “Tintin au Congo” y, evidentemente, no está. Lo mejor es la sección de literatura africana. Allí encuentro uno de mis libros favoritos: Allah n’est pas oblige, de Ahmadou Kourouma. El libro fue traducido al castellano (Ala no está obligado) hace años, pero ya no se encuentra, está agotado y fuera de catálogo, una pena. Yo me había quedado sin una copia, de tanto regalarlo, así que no pierdo la ocasión de comprar esta, la última que queda en la librería.

Hacemos un alto y vamos a comer. Decidimos ir al bar de la Alliance Française: un quiosco con algunas mesas y sillas en el jardín de la institución. Visitamos la biblioteca que está prácticamente vacía a estas horas. Un par de personas, con los auriculares puestos, duermen sobre los cojines que hay delante de las televisiones en la sala de audiovisuales.

Por fin vamos a comer, pedimos unas Brochette de capitaine, un pescado que resulta muy sabroso, y unas botellas de cerveza Castel.

Tras la comida nos perdemos en el laberinto del mercado central. Vemos, charlamos, regateamos y al final no compramos nada. Hace mucho calor y en la estrechez de las callejuelas, entre las montañas de mercancías y con la aglomeración de personas se nota mucho más. Terminamos bastante cansados.

Decidimos ir al Centre D’accueil de Kabalaye, el hostal donde pasará la noche mi acompañante, el Padre Jesús Calero. Tiempo para descansar un poco. Veo que allí sigue el francés que está recorriendo África en moto y que lleva semanas atrapado aquí, a la espera de que alguien venga de Francia con las piezas que necesita para reparar su vehículo. Se le ve malhumorado y cansado, debe ser el tedio de la espera.

Finalmente, me doy una ducha, para quitarme el polvo y el sudor del día, y partimos para el aeropuerto. Antes de pasar a la zona de facturación comparto con Jesús la última cerveza chadiana.

Al facturar tengo problemas con mi maleta. La policía me llama y dice que han visto cosas raras en el escáner. Les digo que deben ser las tres botellas de cerveza que me llevo de recuerdo (las colecciono). Una policía muy sonriente me dice que es ilegal sacar cerveza del país. Se me escapa la risa y eso parece enojarla. Le digo que no tengo problema con dejarlas allí, que total eran un suvenir que me llevaba de su país. Cuando me dispongo a abrir la maleta interviene su compañero y dice que no hace falta que la abra, que me creen que son cervezas pero que les tengo que pagar por el tiempo que han perdido chequeando mi equipaje. En ese momento despliego mi estrategia de no entender nada. Al final, tras unos cinco tensos minutos, los dos sonríen y me dejan pasar, esta vez el truco me ha salido bien. Paso los trámites de aduana y espero en la sala de espera (filas de sillas y una tele) a que nos llamen a embarcar.

Con retraso salimos de Yamena y empezamos el viaje de vuelta rumbo a París.

TODAS LAS FOTOS, CHEMA CABALLERO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_