Políticos, nuestro brazo armado

Esta entrada ha sido escrita por Merche Negro (@pintiparada), directora de La Parada.
Tengo la suerte de contar con grandes amigos entre las siglas políticas que apoyo y gente muy querida en los movimientos sociales en los que creo y participo. Me ocurre algo curioso: lo que hablo con unos es prácticamente lo mismo que discuto con otros. Las posiciones son las mismas, los objetivos a cumplir calcados.
Luchar por la igualdad, por la consecución de condiciones de vida justas para todos.
Añadido al terreno ideológico común, también comparten historia y nombres que armaron los lugares desde donde ahora pelean, más juntos de los que los titulares o los ciento cuarenta caracteres de twitter nos enseñan.
Y sí, hay algo que les diferencia: el procedimiento. Unos defienden estas ideas dentro de las instituciones públicas, los otros no.
No hay absolutamente nada más que les distinga.
Estos días arrancamos un curso político con dos elecciones autonómicas y media convocadas (ay, mi Catalunya) y nuevos recortes previsibles. Varios sectores de población han sido relegados a nivel de ciudadano b, prescindibles. Retrocedemos en derechos y libertades que a medida que se van haciendo efectivos, nos avergüenzan por haberlo permitido.
Desde luego que esto también lo han hecho políticos. Pero unos, no otros, que ya hemos generalizado lo suficiente: no es lo mismo aumentar el presupuesto en gasto militar un 28% y por la puerta de atrás, pagando compromisos adquiridos con empresas armamentísticas en el contexto sangrante de recortes actual, que enviar una carta al magnate Sheldon Adelson advirtiendo de la oposición institucional pero también social frente al proyecto Eurovegas.
Los ciudadanos hemos de elegir con independencia y criterio propios, no dejemos que nadie piense por nosotros: de la misma forma que cuando nos preguntan qué libros leemos, qué platos degustamos, qué gente queremos cerca contestaremos sin dudar. Hemos leído, comido hasta tener preferencias, nos hemos acercado a algunos y hemos huido de otros hasta encontrar con quiénes compartimos nuestro espacio. Experiencia a experiencia creamos la vida que elegimos.
Hablamos de lo mismo aquí: la sociedad que queremos la hemos de construir nosotros, y es necesario reconocernos en ella. Tenemos que informarnos, enredar, probar opciones de una forma crítica. Esto implica ser activos: leerse programas políticos por tediosos que sean -y exigir que sean más legibles-, utilizar los mecanismos de representación (votar señores), elegir medios honestos y hacer evaluación continua: interpelar y apoyar, denunciar y dejar de apoyar dado el caso y sin penas. No nos podemos permitir excusas. Y el que no cumpla, el que entienda el medio como el fin, se va fuera. Tenga el color que tenga, sin excepciones.
Así se ensamblan la democracia representativa y participativa. La primera no sobrevivirá sin la segunda, la segunda no crecerá sin apoyarse en la primera.
El mundo este que está embarazado de aquel otro que esperamos no quiere hacer volar el parlamento enviando un vagón de tren lleno de rosas violet carson y dinamita rodeando un cadáver. A cambio, hay propuestas para rodearlo y mostrar que somos muchos los que estamos ahí, mirando y reclamando que se gobierne para nosotros.
Es una excelente idea. Yo propongo ir más allá aún: ¡Ocupémoslo! Porque se puede, es sencillo: votando para que entren los que quieren la misma sociedad que nosotros, y nos ayuden a construirla.
Pretender situar las opciones políticas con valores de igualdad y justicia social enfrente o como enemigos incluso, de la movilización social que persigue los mismos objetivos es una ingenuidad ya irritante, y demuestra un desconocimiento brutal de los lugares comunes que comparten día a día, trinchera a trinchera.
Os invito a buscar tras las grietas de las instituciones a los buenos, que los hay: son nuestro brazo armado.
no se puede eludirla decisión concreta al elegir cómo distribuir costes y beneficios, el aceptar más o menos niveles de desigualdad o el primar intereses individuales o corporativos en vez de tratar de favorecer lo común.
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no se puede eludirla decisión concreta al elegir cómo distribuir costes y beneficios, el aceptar más o menos niveles de desigualdad o el primar intereses individuales o corporativos en vez de tratar de favorecer lo común.
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