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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La larga lucha paralímpica

El seguimiento popular de los Juegos ayuda a normalizar la discapacidad en nuestras sociedades

MARCOS BALFAGÓN

Un éxito sin precedentes ha coronado los 14º Juegos Paralímpicos, tanto por el importante aumento de entradas vendidas (2,7 millones en Londres, 900.000 más que en Pekín) como por la ampliación de la cobertura televisiva. Es un buen broche para la doble convocatoria deportiva de Londres en este verano, que alza a China con la primacía entre los paralímpicos y sitúa a España en un nivel de resultados inferior al de la edición precedente (42 metales en Londres, 16 menos de los obtenidos en Pekín).

Pero ganar no es tan significativo como las sensaciones vividas por los atletas en el estadio repleto o el centro acuático, lleno hasta la bandera para ver a deportistas precedidos por historiales personales de dolores y desastres. No se trata de compasión ante el sufrimiento, y desde luego no solo en el caso de los más celebrados: en Londres han competido 4.300 deportistas, cada uno de ellos con diverso grado de discapacidad.

Todo se ha dicho acerca de Michael Phelps, el arquetipo del éxito olímpico, la leyenda de la piscina. Pero ¿qué decir de Teresa Perales, la nadadora parapléjica española que ha igualado el récord de Phelps con 22 medallas? Pese a la enfermedad neurológica que paralizó sus extremidades inferiores cuando tenía 19 años (ahora, 36), se ha situado en un lugar aparte dentro del deporte. Su familia sabe mucho de la voluntad de hierro de la atleta aragonesa, que le hizo capaz de llegar caminando a la ceremonia de su boda, tras entrenar durante meses con unas fundas especiales para las piernas. Como deportista su caso se une al de los que manejan bicicletas solo con los brazos, los que baten récords mundiales en la prueba de maratón para ciegos —caso de Alberto Suárez— y otros.

Es un derroche de esfuerzos individuales, pero también de voluntad colectiva. La que hace falta para eliminar las barreras físicas en las ciudades o la discriminación en los empleos. Suficientes sinsabores dan otras realidades del presente como para no celebrar el seguimiento popular de los Juegos Paralímpicos y su ayuda para normalizar la discapacidad en nuestras sociedades.

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