61 millones de menores no tendrán vuelta al cole
Esta entrada ha sido escrita porPilar Lara Ruiz-Granados de Ayuda en Acción.
Será deformación profesional pero cuando escucho a un niño de 5 años en España decir que quiere ir al colegio, para de mayor ser paleontólogo, científico o superhéroe (aún no lo ha decidido) pienso en el próximo informe de Educación para Todos sobre el estado de la educación en el mundo, titulado Jóvenes, competencias y trabajo.
La vuelta al cole es, o debería ser, mucho más que libros y uniformes. Incentivar la curiosidad, el esfuerzo, el compañerismo, abrir posibilidades casi ilimitadas (al menos en la infancia) sobre el futuro.
Ahora que las familias españolas preparamos la vuelta al cole: ¡el fin a la ingeniería de horarios! un esfuerzo más en la economía domésticaL, niños y niñas nerviosos llenos de ilusión y modorra… esta “vuelta a la normalidad” es para millones de menores un derecho incumplido.
Unos 61 millones de menores no asistirán a la escuela, como si dejaran de ir al colegio todos los niños y niñas de Europa. En América Latina 6,5 millones no pisarán un aula, lo que en España equivaldría a casi toda la población en edad escolar. Sumando los que comenzarán pero abandonarán los estudios, la cifra podría ascender a 22 millones.
Las oportunidades que se cierran para todos los que no irán, o no volverán, al cole son innumerables. Lo denunciamos las ONGD y organismos internacionales de educación como la UNESCO y lo afirman instituciones centradas en la rentabilidad económica como la OCDE. Ya en 2010 advertía que los más afectados por la crisis financiera eran los trabajadores de menor nivel educativo y, los países que peor la afrontarían, aquellos con población poco cualificada. Un sistema educativo de calidad y accesible para toda la población, marca la diferencia entre la dependencia y la pobreza o las posibilidades de desarrollo y bienestar futuros.
Frente a los más de doce años de instrucción obligatoria que recibe un habitante de Noruega o Alemania, en Guatemala la media de asistencia a la escuela ronda los cuatro años, en Senegal tres y medio y sólo uno y medio en Etiopía. Esos niños y niñas que no asisten a la escuela afrontan un futuro incierto, pero además, comprometen el bienestar de toda la comunidad. La educación es base para combatir la pobreza, mejorar la salud y crear oportunidades de crecimiento.
Pero ¿por qué la asistencia o no a la escuela de una niña etíope o un niño peruano debería ser mi problema? ¿Por qué asumir como propia la injusticia y la desigualdad en otras partes del mundo? Porque la empatía y la solidaridad nos definen como personas. Nuestra capacidad para reconocer al otro como igual, sea o no de nuestro propio clan, tribu (o llamémoslo país) es lo que permitió la colaboración y el intercambio entre grupos: el desarrollo. Perder la conciencia de que los problemas de otros también son nuestros nos destruiría a nosotros mismos.
Seguramente por eso nos pusimos de acuerdo en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y decidimos que la educación es un derecho universal. El enfoque de derechos, eso que con la crisis económica debemos defender más que nunca, supone trabajar desde la creencia de que hay cosas, derechos universales, que todas las personas deberíamos poder disfrutar. Cosas que no deben depender de la bondad ni de los caprichos de nadie.
Pero si un derecho es universal, el deber de trabajar para que se cumpla también debería serlo. Y ahí, como para el niño de 5 años que no necesita ningún informe de la OCDE para saber que ir al colegio es fundamental para su formación, las posibilidades son casi ilimitadas. Se puede y debe contribuir al cumplimiento de ese derecho con impuestos, donaciones, denuncias y propuestas. Que cada cual analice sus opciones, pero que en ningún caso se exima de ellas.
Hace tiempo me preguntaron que pasaría si se terminara con la pobreza. Lo mismo que si consiguiéramos una educación de calidad para todos y todas: las personas tendrían la oportunidad de imaginar cómo quieren que sea su vida y tomar sus propias decisiones. La pobreza no es sólo falta de presente, es sobre todo, falta de futuro.
Nota de los editores del blog:
Hay varias campañas abiertas para luchar contra esta situación. Organizaciones como Ayuda en Acción con el reto del cole, Entreculturas con laSilla Roja proponen acciones individuales pero también hay campañas para implicar a las familias a través de los centros educativos como Ahora Toca o Enredate. Estosson sólo ejemplos de la oferta, aprovechen la vuelta al cole para actuar.
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