6- Piscinas para todos


FOTOS: Duccio Malagamba
La mejor obra de Alvaro Siza Vieira en Barcelona no forma parte del escaparate más visitado de la ciudad. Está escondida. Le sirve a la gente, pero no figura en las guías. Sorprende al que va a nadar con un espacio que conjuga todos los placeres del baño: del descanso a la vigorización, del ejercicio a la contemplación. Se trata de dos piscinas, una cubierta y otra descubierta que se unen sin tocarse. La interior tiene luz cenital que se cuela por los tragaluces que salpican la cúpula del techo, pero también luz natural, que le llega desde el cristal que la separa -o la aproxima- a la piscina exterior. Las piscinas públicas Ribera-Serrallo que Siza levantó hace algo más de un lustro en Cornellá (Barcelona) combinan un ejercicio de responsabilidad pública con una demostración de amor a la humanidad.
Siza no se anuncia. Su edificio respeta la ciudad y protege a los bañistas tras una fachada poco permeable, asegurando así, en el interior del recinto, que el baño se equiparará al descanso y que el agua llevará fuerza y a la vez calma a los usuarios que comparten la gran piscina. Las curvas de los lagos finlandeses que Alvar Aalto llevó a la piscina de su Villa Mairea, las curvas de cualquier líquido en movimiento, y las que tanto temor infunden a tantos arquitectos, dibujan, en estas instalaciones, el leve contacto con las personas. Así, la dureza pétrea del edificio por fuera se convierte en curva transparente al alcanzar el interior. Con una zona de juego y descanso y otra compartimentada en carriles para nadar a mayor velocidad, la piscina interior recuerda una playa urbana, pero es, sobre todo, un espléndido ejercicio de convivencia. Y de arquitectura.
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