Gracias por tu legado
“Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”. Así comienza el libro que me cautivó para siempre aquel día que terminé de leer la palabra con que finalizaba. Desde entonces, su recuerdo es inolvidable y su compañía necesaria como la de un buen amigo.
El amor en los tiempos del cólera ha ido conmigo allá donde he vivido. Para mí, hoy es un día triste puesto que he leído en la web de EL PAÍS que Gabo padece demencia senil y que, a consecuencia de ésta, su memoria está perdiendo sus recuerdos. En un rebelde intento de oponerse a esa crueldad, todos los días mantiene una conversación telefónica con su hermano Jaime en la que le va transmitiendo anécdotas y situaciones vividas. Se dice que no se está muriendo, que le queda mucha cuerda y que mantiene un admirado sentido del humor. No obstante, olvidar los recuerdos de la vida es una de las caras de la muerte. Ya lo ha dicho él: “La vida es lo que uno recuerda para contarla”. Ando también en este agujero melancólico porque en mí existía la esperanza de leer alguna historia nueva y de habitar en otro mundo imaginario creado por el genio colombiano. No será así, no volverá a escribir, según las palabras de frustración de su hermano.
En mi casa, hoy siento ese olor de las almendras amargas por Gabo pero mañana las ventanas se abrirán de par en par, oxigenando la atmosfera, con la fuerza de sus historias imborrables. Y bailaran las palabras con la melodía de su música. Infinitas gracias por tu legado, maestro.— Gabriel Martín Molina.
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