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Ahijada de Putin y dura disidente

La estrella de la televisión Ksenia Sobchak, conocida como la ‘Paris Hilton’ rusa, se declara en rebeldía

Pilar Bonet
Sobchak, junto a Ilya Yashin, líder de la oposición en Rusia.
Sobchak, junto a Ilya Yashin, líder de la oposición en Rusia.Mikkail Metzel (AP)

La popular presentadora y entrevistadora rusa Ksenia Sobchak está en una delicada disyuntiva: ¿Engrosar, a los 30 años, el club de exiliados de lujo que viven de rentas en Occidente o quedarse en su país, asumiendo las consecuencias de su enfrentamiento con el privilegiado entorno social que la ha mimado y le ha aplaudido los shows televisivos, a menudo vulgares, de los que ha sido protagonista?

 La hija de Anatoli Sobchak, el fallecido primer alcalde de San Petersburgo, y de la senadora Ludmila Narúsova, continúa siendo una cotizada figura del mundo del espectáculo. Sin embargo, la ahijada de Vladimir Putin tiene problemas desde que en diciembre inició el camino de activista cívica en protesta por las irregularidades electorales.

Desde entonces, Sobchak ha sido excluida por lo menos de dos ceremonias de entrega de premios, y se le ha clausurado un programa de televisión en el que habia anunciado una entrevista con el líder de oposición Alexéi Navalni. Además, puede ser acusada de evasión fiscal, si el servicio de impuestos que revisa sus declaraciones de ingresos decide que éstas no reflejan la realidad. Una suma en divisas equivalente a 1,5 millones de euros ha sido confiscada este mes en el domicilio que Sobchak comparte con Iliá Yashin, uno de los líderes de la oposición, con el que está sentimentalmente vinculada.

Las divisas estaban repartidas en numerosos sobres y podrían proceder de los pagos por veladas corporativas o actuaciones en televisión, según la prensa rusa. El diario Izvestia, que refleja la línea del Kremlin, publica unas supuestas declaraciones fiscales de Sobchak correspondientes a 2010 y 2011 con cifras muy por debajo de las suma que fue confiscada por los funcionarios del Comité de Investigación que registraron su domicilio. Sobchak califica de “calumnia” y “falsedad” las informaciones de Izvestia, afirma haber sido humillada y víctima de un “asalto” y se ha negado a justificarse.

Tras recuperar el pasaporte que también le había sido incautado, la presentadora no excluye la posibilidad de abandonar Rusia, según dijo en una entrevista radiofónica. Entre las causas que podrían inducirla a ello, citaba un endurecimiento del régimen “al estilo de Bielorrusia” o “una guerra civil” en la que fueran enarboladas “banderas ultrasocialistas”. Sobchak dice sentirse “triste” porque Rusia evoluciona de forma “inquietante”. La peor tragedia que puede ocurrirle, afirma, es que sus esperanzas (de democratización pacífica) sean defraudadas. Antes de sumarse a los mítines de diciembre pasado, la estrella televisiva trató en vano de hablar con Putin. Ahora afirma que no tiene ningún contacto con él.

Sobchak tiene buen concepto de Putin como persona, pero no como político. “Fue el único que ayudó y se implicó en el destino de mi padre”, decía en enero, y aseguraba que el actual jefe del Estado no sería capaz de mandar los tanques contra los manifestantes. El problema no es Putin, sino un sistema que no ha sido destruido, donde cambian las figuras, pero sigue “la misma corrupción, los mismos funcionarios en las regiones, la misma burocracia”, señalaba.

Sobchak es el personaje del espectáculo más citado en el Internet ruso. Ella, que estudió en una escuela especializada en lengua inglesa y se licenció en el Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú, no reniega de su carrera de estrella televisiva. Es más, está orgullosa y afirma que nadie la ayudó. Según contaba al semanario New Times, el mundo del espectáculo le permitió encontrar su propio camino (con errores incluidos) y no tener que afrontar la “repugnante” perspectiva de estar al frente de una oficina de Gazprom o ser diputada del partido gubernamental. Sobchak colabora en diversas publicaciones y en el canal privado Dozhd y ve actualmente su futuro como entrevistadora política.

La mujer etiquetada como la 'Paris Hilton' rusa proyecta hoy una doble imagen, la de chica frívola de los reality show (Dom 2, Una rubia en chocolate y ¿Quién no quiere ser millonario?), y la de activista.  Aunque se subió al escenario de los mítines en diciembre y marzo pasados, no es ni una ideóloga ni una organizadora de las protestas y se ha pronunciado siempre contra el radicalismo. De hecho, no acudió a la manifestación del 6 de mayo y criticó los violentos enfrentamientos entre activistas y policía que se produjeron en ella.

Resuelta y atrevida, Sobchak puede ser impertinente, como cuando, en plena entrega de unos galardones, preguntó a Chulpán Jamátova, una actriz dedicada a la beneficencia que hizo campaña a favor de Putin, si hubiera apoyado a este político, de no haber tenido proyectos benéficos. Aunque la imagen de Sobchak ha evolucionado, para muchos sigue siendo una chica caprichosa y rica, a la que le ha dado ahora por la política.

A despertar la simpatía de sus compatriotas no contribuye, su reciente participación en una ceremonia satírica, el premio “El chanclo de Plata”. Sobchak acudió disfrazada de centauro a la virtual entrega del “antigalardón” al patriarca Kiril, la máxima autoridad de la Iglesia Ortodoxa rusa, por su supuesta capacidad para los milagros, al haber hecho “desaparecer” un lujoso reloj pulsera de su muñeca en una fotografía torpemente retocada. Un caro reloj suizo esperaba al ausente Kiril en el escenario. “Yo lo tomaría, pero guardarlo en casa es peligroso”, dijo Sobchak, vinculando el reloj a su propia circunstancia. Su ironía, tal vez sea celebrada en círculos liberales y creativos, pero sintoniza mal con el ruso de a pie.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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