Tres modos de contribuir al desarrollo de los países pobres en plena crisis
Los autores, Niels Keijzer y Andrew Sherriff, pertenecen al European Centre for Development Policy Management (ECDPM). Puedes leer otras entradas suyas (en inglés) en el blog del ECDPM, y además os recomendamos el espléndido boletín que publican semanalmente.
Refugiada maliense en Níger. Foto:©UNHCR/H.Caux
A pesar de los recomprometidos compromisos de destinar a la ayuda el 0,7% de la Renta Nacional Bruta, los presupuestos de AOD descienden en toda Europa, con algunos ejemplos extremos como España. Pero la pregunta pertinente en este mundo que cambia tan deprisa es hasta qué punto la AOD continúa siendo el factor más importante para los países en vías de desarrollo. ¿Hay algo más que Europa pueda hacer?
Considerando que desde 2005 los países europeos se comprometieron a alcanzar el objetivo del 0,7%, algunos ven en estos descensos un descuido premeditado que debilita la credibilidad de Europa. Otros se remontan más atrás y recuerdan que el compromiso del 0,7% ya fue definido en los años 70 y permanece inalterado desde entonces, aunque el concepto de la AOD se ha ido ampliando sustancialmente. Aunque un pequeño grupo de países frenan esta tendencia, es inevitable que la austeridad en el gasto público ponga presión sobre los presupuestos de la ayuda. Algunos países querrían ver esa austeridad reflejada en los presupuestos de la UE para 2014-2020, lo que, de acuerdo a nuestras estimaciones, supondría miles de millones de euros menos para el desarrollo. España no está entre quienes piden recortes duros de los presupuestos de la UE, pero sí ha pedido que América Latina reciba un porcentaje mayor de los presupuestos de AOD de la Unión. El Reino Unido está incrementando su presupuesto nacional de AOD, pero, a diferencia de lo que prometió, no ha trasladado el compromiso del 0,7% a una ley. La caída del Gobierno holandés tras la propuesta de un plan de austeridad ha escondido el hecho de que este país se ha convertido en el primero de la historia en superar el objetivo del 0,7% y después dar marcha atrás, aunque es posible que este debate continúe tras las elecciones de septiembre de este año.
De modo que, si el péndulo se vuelve contra la austeridad, existe una posibilidad de que los presupuestos de la AOD retornen a los niveles anteriores, aunque nada garantiza que los gobiernos y la población europea pongan la ayuda entre los primeros asuntos en los que gastarse el dinero. Más aún, se abrirá una discusión sobre la relevancia de la AOD a la hora de financiar el desarrollo tras 2015, cuando se cumple la fecha límite de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Para algunos, la ayuda ha sido siempre un asunto menor. Los países europeos y la UE siempre han tenido la oportunidad de hacer más por los países pobres cambiando sus propias políticas en materia de agricultura, pesca, comercio y migraciones, de modo que contribuyesen al desarrollo más allá de nuestras fronteras. Esta idea, conocida como “coherencia de políticas”, es muy relevante y ha sido objeto de discusiones en la UE, la OCDE o la ONU. Pero el progreso ha sido escaso y el entusiasmo de los níveles políticos más altos, insuficiente. Aunque de cuando en cuando se producen avances en la reforma de algunas políticas, muchos esperarían que casi dos décadas de discusiones sobre coherencia de políticas para el desarrollo diesen resultados más concretos. Por ejemplo, unos 12 de millones de hectáreas de tierra fuera de la UE pueden ser atribuidas la producción ganadera europea, y dos tercios del pescado que se consume en Europa es importado: todo ello complica los esfuerzos de los países pobres por garantizar una gestión sostenible de sus recursos naturales.
Un segundo asunto que está recibiendo una atención creciente (tanto en el Norte como en el Sur) es cómo generar recursos para el desarrollo en los propios países pobres. La “movilización de recursos domésticos” se ha convertido en uno de los nuevos símbolos de la comunidad del desarrollo. Algunos ven en él una evolución natural, mientras que otros recelan del modo en el que podría desviar la atención sobre los menguantes presupuestos de AOD. Naturalmente, los recursos domésticos (generados en buena medida a través de impuestos) siempre han tenido una importancia mayor que la ayuda para el desarrollo; así que la pregunta es qué puede hacer la comunidad internacional para asegurar que no obstaculiza la “movilización de recursos domésticos”. De hecho, cada vez se mira con más atención el papel de la UE y otros países ricos en la promoción de paraísos fiscales o el comportamiento de sus empresas multinacionales (de petróleo, gas o minerales) en los países en desarrollo. Lamentablemente, los recientes debates políticos en Bruselas y algunos países miembros muestran que la UE se resiste a mover ficha en primer lugar. Europa teme que su competitividad se vea reducida si otros importantes bloques económicos fuesen menos ambiciosos a la hora de promover inversiones más justas y transparentes en los países en desarrollo.
A pesar de la presión por ofrecer resultados rápidos e historias de éxito, no hay balas de plata en el desarrollo. Pese a todo, pareciera que una mayor coherencia política con el desarrollo y una mejor movilización de recursos domésticos podría ofrecer algo a las poblaciones más pobres del mundo. Pero esto no debe ser una excusa para recortar una ayuda que ha demostrado que puede funcionar y que de hecho puede jugar un papel catalizador cuando otras políticas y recursos domésticos ofrecen un entorno más proclive al desarrollo.
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