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EL DEBUT

Una bomba en casa de Madonna

Unas fotos fumando muestran los signos de rebeldía de Lola, la primogénita de la cantante Tras una estricta infancia, la quinceañera amenaza con destruir el mundo a medida de su madre

Lourdes María Ciccone, junto a su madre, Madonna, en la presentación de Material Girl, su línea de ropa, en Nueva York, en septiembre de 2010.
Lourdes María Ciccone, junto a su madre, Madonna, en la presentación de Material Girl, su línea de ropa, en Nueva York, en septiembre de 2010.MEHDI TAALMALLAH (GTRES)

El último día en que Madonna se echó un cigarrito no fue en sus años locos de juventud. No. Fue en el videoclip de Girl gone wild, de su último disco. O, mejor dicho, fingió fumárselo. El primer día en que Lourdes María Ciccone, su hija de 15 años, fumó en público, el pasado marzo, la pilló un paparazi. Tal gesto de rebeldía acaparó una entrevista con la cantante en la NBC un mes después. “No apruebo que nadie fume a mi alrededor. El cigarro de aquel vídeo no era más que un accesorio. Esa es la diferencia. Mi hija ya lo hacía antes, nadie puede culparme por ello”. Y añadía: “Puede que tenga que ser una madre más dura”.

Por mucho que le haya pagado la manicura, la pedicura y el spa semanal desde los ocho años, ni el tratamiento más caro podría extirparle lo mismo que sufren todas las madres del mundo: la revolución hormonal. Ya lo anunció el hermano bocazas de la cantante, Christopher Ciccone, al Daily Mail hace un par de años: “Lola es una bomba, solo es cuestión de tiempo que estalle. Y dudo que mi hermana, que es una maniática del control, sepa sobrellevarlo”.

Cuando la artista anunció que su hija la acompañaría en la gira que comenzó el martes pasado en Tel Aviv, la prensa sobreentendió que sería como pianista, vocalista o bailarina (ya ha hecho cameos en conciertos, canciones y videoclips). Al fin y al cabo, Madonna se ha rendido a que la niña estudie en la escuela de arte LaGuardia de Nueva York (la que inspiró la serie Fama). Pero el anuncio ocultaba otros motivos, desvelados en una entrevista radiofónica: “Aún es una cría, ¡tengo que mantenerla vigilada! Mi hija está en esa fase en la que busca invisibilidad, aunque ayudará a vestir o maquillar en el tour”. Quizá por eso, Madonna ha aceptado la sugerencia del padre de Lola, su ex entrenador personal, Carlos León, de incorporar una doble de la adolescente a su séquito para evitarle el estrés de verse perseguida.

Con su espíritu exhibicionista, Madonna, de 53 años, ha moldeado a su hija en público como su mayor fan. Siempre bajo una disciplina draconiana. Semanalmente, sus cuatro hijos asisten religiosamente a la Cábala y pueden ver un máximo de hora y media la tele. Siguen una estricta dieta macrobiótica. Incluso obligó a firmar a Guy Ritchie en el divorcio la cantidad de dulces admisibles para los niños. Su madre tampoco le deja ponerse todas las prendas de Material Girl, la marca que diseñan juntas. Sobre todo si son muy reveladoras. “El colegio no es un club nocturno. ¿Vas al cole o a un club?”, le preguntaba madre a hija ante las cámaras en la presentación de la firma. A Lola le deja escribir un blog, pero le edita personalmente todas las entradas “para motivarla a escribir cada vez mejor”. Madonna controla todo a su alrededor, y lo que no le funciona se lo quita de en medio. Pero no contaba con que algo tan mundano como una adolescencia rebelde, derivada de su propio ADN, podría desmoronar el mundo que se ha creado a medida.

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