Triángulo en el Elíseo
"Tiene que joder infinito que tu compañero de cama durante 30 años se líe con una amiga tuya, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe"
Voy a ponerme seria, que el papel prensa está carísimo y no es cosa de escribir chorradas: yo no sé qué le ven algunas a François Hollande, el nuevo presidente de Francia. Vale que se ha erigido en el azote de Merkel, el abanderado del crecimiento frente a los recortes, la última esperanza de la socialdemocracia, y no sigo por la vía geopolítica, que para eso doctores tiene el periódico y no voy a significarme justo ahora que me han cambiado de señorito. Yo, a lo mío: François será el hombre fuerte de Europa y se habrá quitado la barriga con la Dukan, pero macho alfa no ha sido nunca. Míralo con Rajoy en sus citas de Estado, la viva imagen del cincuentón andropaúsico: papada floja, tonsura cual rotonda, barba cana y pelo negro de bote. Y, sin embargo, vuelve loca a más de una. Hollande, digo, lo de Rajoy me lo guardo para otro artículo.
Por lo menos tiene al retortero a dos señoras de aúpa: Valérie Trierweiler y Ségolène Royal, cada una en su estilo. Creo que Trierweiler, la flamante inquilina del Elíseo, no puede ni ver a Royal, la exmujer y madre de los cuatro hijos de su chico, hasta el punto de prohibir mentarla en su presencia. El asunto es la comidilla de la prensa francesa, no sé de qué se extrañan. Menuda novedad, el síndrome de Rebeca. Sí, hombre, los celos locos hacia el ex de tu pareja. Yo entiendo que Valérie ate corto a François, el amor es ciego, pero quiero expresar mi solidaridad con Ségo. Por muy francesa, muy de izquierdas y muy civilizada que seas, tiene que joder infinito que tu compañero de cama y de partido durante 30 años, que se dice pronto, se líe con una amiga tuya periodista, rubia y diez años más joven por más señas, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe.
Más lista que el hambre, la nueva consorte, aunque no esté casada, como le echan en cara los puretas. Desde que la noche de la victoria se sacó de la chistera un acordeonista para que le tocara La vie en rose a su novio antes de plantarle –a su churri, no al músico– un beso de tornillo trasmitido en directo al globo, quedó claro que le gusta chupar cámara. Diplomática está por ver, pero para mí que nos va a dar grandes titulares a los colegas. Lo suyo no es el perfil bajo como el de Viri. El otro día, sin ir más lejos, se subió a unos Yves Saint Laurent de quince centímetros y mató dos pájaros de un tiro: hacer patria en Washington y convertirse en la estrella del club de las esposas del G-8. No se veía a una primera dama más sobrada desde que Michelle empezó a hacerle sombra al mismísimo Obama.
Lo de la grandeur le va al pelo a Valeria. Carla ya es historia. Madame Sarkozy sería muy supermodelo, muy cantautora y muy devorahombres, pero la cara de susto perpetuo de tanto bótox no se la quita nadie y, encima, no ha recuperado la línea tras el parto, según le restriegan por el hocico las revistas todas las semanas. Valérie tampoco usa una 36, yo le calculo una 44 larga, pero guapetona y estilosa es un rato. Con sus líneas de expresión, su rictus nasogeniano y sus patas de gallo de señora de 47 años, qué pasa, las que no nos operamos también tenemos derecho a los focos. Yo no soy de meterme en las vidas ajenas, François, pero ¿dónde vas tú que más valgas?
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