Más allá de 2014
Tras el final de la misión de la OTAN en Afganistán los aliados financiarán otra transición
Barack Obama ya no parece creer que la guerra de Afganistán pueda acabar cumpliendo el objetivo establecido por George W. Bush: construir el país y derrotar a los talibanes. Pero antes de las elecciones de noviembre necesitaba fijar a la vez una fecha final, evitar una desbandada y no abandonar a los afganos a su suerte. Eso es lo que en buena parte ha logrado en la cumbre de la Alianza Atlántica y de los 50 países que participan en la ISAF, celebrada en Chicago. En ella, los socios atlánticos han confirmado como fecha “irreversible” la del 31 de diciembre de 2014, ya aprobada en la anterior cumbre —en Lisboa en 2010— para la salida de todas las tropas de combate aliadas, incluidas las españolas, y el final, de forma “gradual y responsable”, de esta misión dirigida por la OTAN.
Obama ha cambiado de estrategia en Afganistán, donde consideró la guerra que se libraba primero como “de necesidad”, en contraste con la guerra opcional de Irak, y luego como un conflicto a terminar rápidamente. Y esto no solo por su impopularidad, sino por una inversión de los términos del problema estratégico: la preocupación inicial se situaba en Afganistán, donde los talibanes protegieron a Bin Laden, pero la prioridad actual es que Pakistán, país con armas nucleares, no implosione. Su presidente, Asif Alí Zardari, invitado de última hora en Chicago, ni siquiera se entrevistó con Obama, prueba de las dificultades creadas por las acciones militares estadounidenses en territorio paquistaní y por las bajas que provocan entre su población.
Poner fin de forma ordenada a la intervención en Afganistán requiere unidad de acción. El nuevo presidente francés, François Hollande, que se salió con la suya y confirmó su promesa de retirada adelantada de sus tropas antes de terminar 2012, suavizó su proyecto con una contribución más allá de esta fecha en la formación de policías y militares autóctonos.
Ha habido algunos progresos en Afganistán, pero es difícil que para mediados de 2013, como se ha establecido, las fuerzas de seguridad afganas tengan la capacidad de hacerse cargo de la seguridad del país. Obama prometió en Chicago que no les abandonará. Así debe ser. Los aliados se comprometieron a negociar un plan para la siguiente “década de transformación” de Afganistán, a un coste de 3.200 millones de euros al año. Son buenas intenciones, pero está por ver cómo terminará la guerra más larga nunca librada por EE UU, una guerra finalmente fallida por mal planteada.
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