La última almadraba
El sábado estuve fotografiando la almadraba de La Azohía, en la bahía de Mazarrón (Murcia), la última instalación de este sistema de pesca artesanal que queda en el Levante español.
Un hermoso y casi veraniego día en un arte de pesca heredado de los árabes, que por desgracia está en trance de desaparecer.
La almadraba consiste en un sistema de redes ancladas al fondo y cercanas a la costa que se instalan entre febrero y junio, la época en que los túnidos entran en el Mediterráneo para desovar. Los cardúmenes de atunes, melvas, albacoretas, bonitos y lechas tropiezan con la red colocada en paralelo a su trayectoria y son dirigidos a un copo del que ya no pueden salir.
Cada día, 14 pescadores y ocho barcos de diferente tamaño salen temprano del pequeño muelle de La Azohía y se dirigen a la almadraba. Con las embarcaciones colocadas en torno al copo van levantado a mano la red hasta que miles de peces aparece en superficie, agitando el agua presas de pánico, como si el Mediterráneo se hubiera puesto a hervir en ese momento.
Es la “levantá”, el momento más espectacular y dramático de una almadraba. Y eso que el sábado no fue muy buen día: apenas sacaron unos cientos de kilos de bonito, melvas y albacoretas. Esta almadraba de La Azohía, la única que queda de las docenas que llegó a haber por esta zona del Mediterráneo, es de tamaño medio y no tiene cupo para pescar atún, la especie más espectacular que queda atrapada en estas artes tradicionales.
Las cuatro almadrabas que quedan en la costa atlántica de Cádiz sí que pescan grandes atunes de hasta 200 kilos de peso. Para subirlos al barco hay que ayudarse de ganchos que los desangran por lo que el copo se tiñe en una orgía de sangre, grasa y aguas efervescentes.
Con las especies de captura llegan otras no buscadas: en el caso de la almadraba de La Azohía siempre van acompañadas de grandes cantidades de peces-luna (se aprecian muy bien en el vídeo que acompaño; son esos aplastados y con cara de susto que tienen dos grandes aletas, la dorsal y la anal).
El sábado había en el copo casi tantos como melvas. Como en una almadraba las capturas llegan vivas a la borda del barco “recogedor”, los peces-luna, o cualquier otra especie no deseada o autorizada, son devueltos uno a uno al mar con un bajo índice de mortandad. Por eso es un sistema de pesca aún sostenible, si lo comparamos con la eficacia de los modernos barcos de cerco.
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