No hay futuro sin indignación
La semana pasada la FAO estrenaba premios de lucha contra el hambre. El Ingeniero Jose Esquinas fue el encargado de hacer el discurso en nombre de los premiados. Resulta imposible resumir una comparecencia de casi 10 minutos compuesta de contundencias encadenadas como que el número de muertos por hambre en el mundo en un día es de 40.000 personas, que se gastan 4.000 millones en armamento al día, que el presupuesto de dos años de la FAO equivale a lo que Canadá y USA se gastan en comida para gatos y perros en dos días o que la crisis aquí se mide en parados mientras que allí donde hay hambre se está midiendo en muertos.
Otra de las claves de su maravilloso discurso fue una petición a las autoridades y en realidad a todos. Pepe recordó que este mundo no nos pertenece, que lo compartimos con nuestros hijos que tienen el derecho de poder disfrutar de él en la mejores condiciones y pudiendo elegir. Las palabras de Pepe llegan en un momento en el que muchos gobiernos parece que solo gobiernan para mayores de 30. Las políticas irreflexivas destinadas exclusivamente a corregir a corto plazo la situación de cataclismo económico están plagadas de decisiones que están destrozando las posibilidades futuras de los que vienen detrás.
Sin una política ambiental adecuada nuestros hijos no tendrán un espacio sano donde poder vivir, los recursos naturales están al borde del colapso, y una vez extintos recuperarlos llevará miles de años. Igual sucede con las políticas sociales. La creación de un sistema solidario que asegura que se protege a los más débiles no se hace de la noche a la mañana. No olvidemos que todos somos susceptibles en convertirnos en los más débiles. Como dijo Esquinas, “si no lo hacemos por sentido común hagámoslo por egoísmo inteligente”.
Ayer en varias ciudades españolas se celebró el aniversario del 15m, una fecha en la que miles de personas se unieron de forma espontánea con la esperanza de provocar un cambio. Un año más tarde parece que no queda esperanza. Da la sensación de que nuestra capacidad de indignación se esfumó y que solo somos capaces de someternos dócilmente al desmantelamiento de los últimos resquicios de “Fraternidad” que le quedaban a nuestro sistema.
Jose Esquinas recordó las palabras de Gandhi, “el mundo esta preparado para atender las necesidades de todos pero no para hacer frente a la codicia de algunos”. En este contexto la indignación sigue siendo una obligación. Tenemos que indignarnos como dijo Hessel. Por nosotros y por los que vienen detrás.
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