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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Taylor, condenado

El Tribunal Especial de la ONU para Sierra Leona dictamina sobre los crímenes cometidos en el país africano

El Tribunal Especial de la ONU para Sierra Leona ha condenado al expresidente de Liberia Charles Taylor por los crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en Sierra Leona entre 1991 y 2002. El Tribunal considera probado que Taylor instigó las matanzas perpetradas por el Frente Revolucionario Unido de Sierra Leona, al que proporcionó armas y apoyo político, aunque lo absuelve de responsabilidad directa en los hechos. El fallo fue emitido por unanimidad, aunque el Tribunal debe fijar aún la pena. Taylor desea cumplirla en Reino Unido.

La condena del expresidente de Liberia es la primera que dicta la justicia internacional contra un exjefe de Estado. Las mismas razones que permitirían interpretarlo como un hecho esperanzador muestran el largo camino que queda por recorrer. Taylor cometió crímenes atroces, pero no menos atroces que otros jefes de Estado a los que, sin embargo, ningún miembro de la comunidad internacional cuenta con ver sentados en el banquillo. Para que el expresidente liberiano compareciese ante el Tribunal Especial que lo ha condenado tuvieron que darse circunstancias ajenas al derecho. Entre otras, las de haber sido depuesto y haber perdido cualquier apoyo internacional.

El derecho es incompatible con la arbitrariedad. En el caso de la justicia internacional, la arbitrariedad radica, no en el derecho mismo, sino en el poder de las grandes potencias para sentar ante los tribunales a unos criminales y no a otros. Ahí se manifiesta la paradoja que la justicia internacional debe resolver. Gracias a esa justicia, por imperfecta que sea, Taylor ha sido sometido a un proceso con garantías y, seguramente, ha salvado la vida. Porque, tal vez, esa haya sido hasta ahora la mayor contribución contra la barbarie de los tribunales instaurados por la ONU: al no dictar penas de muerte, se pronuncian implícitamente contra este bárbaro castigo.

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