El diseño del miedo


Hace ya un lustro que el mundo del diseño tiene miedo. Y los productos lo muestran. No es que traten de ser coherentes, es más bien que resulta difícil ocultar lo que escapa a nuestro control. Si en la calle la gente busca trabajo o acepta perder sueldo y tiempo para no quedarse sin él, en los escaparates de los comercios de vanguardia los objetos también tratan de mantener el puesto. Aguantan la respiración. Quieren hacerse necesarios cuando nunca lo han sido. Y ese podría ser su error. Fabricantes y distribuidores buscan al profesional capaz de convencerles de que tiene sentido hoy vender productos que justifiquen su trabajo.
Si en la era de la supuesta abundancia triunfaban los excesos, y los detalles, hoy los primeros asustan hasta a los productores más osados. Y ya casi no quedan fabricantes atrevidos. Llevan, lo decíamos, un lustro intentando dar con la fórmula: las butacas de exterior para uso también interno, la nueva comodidad del plástico, la silla multiuso o la silla comodín. Varios de los diseños que han abordado ese tema son notables y alguno quedará para la historia de las sillas, en general más pegadas a los sueños de las personas que a sus necesidades. Pero, llegado este punto, son muchos los empresarios conscientes de que no deben detener su producción. Aunque sus productos delaten la tentación de hacerlo.
La mesa Candy Table, de la belga Sylvain Willenz (1978), es una de las novedades de esta semana del diseño en Milán. Y resulta sintomática. Su autora, que dirige un estudio que ha cosechado los premios If y Red Dot al mejor diseño industrial, saca provecho de las barras de acero habitualmente empleadas para reforzar las estructuras de hormigón. “El acero oxidado cambia de identidad gracias a un proceso industrial que le da brillo, textura, color y reflejos”, explica Giulio Cappellini, su productor. La idea detrás de las mesas es la de… -¿lo adivinan?- rendir tributo a ordinario, a lo disponible, a los muebles hechos de la nada, a la cenicienta del mobiliario. “Quise jugar con la idea de algo que normalmente es visto como poco apropiado o poco atractivo convirtiéndolo en material para hacer muebles chic”, dice Willenz. ¿Cambiar de contexto puede transformar las cosas? Puede, pero a veces, en espera de que cambie la circunstancia, se hace más necesario que sea el propio diseño el que sea capaz de mirar desde otro ángulo.
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