Bretaña: en bicicleta por el canal de Nantes a Brest


Siempre sostuve que la velocidad perfecta para descubrir un territorio es la de la bicicleta. A pie se va demasiado lento; en coche, no te enteras de nada.
Sin embargo en una bicicleta llevas activados permanentemente los cinco sentidos: sientes la brisa en la cara, hueles el perfume de los campos, oyes el trino de los pajaritos, puedes tocar una flor o el mullido de los prados, te deleitas observando cada detalle del camino, saludando a los vecinos.
Así de perceptivo ando estos últimos días recorriendo en bici una parte del Canal de Nantes a Brest, en la región francesa de Bretaña. Una preciosa ruta cicloturista muy poco conocida en España.
El canal es una obra colosal de ingeniería que cruza longitudinalmente toda Bretaña. Tiene 360 kilómetros de largo y está regulado por 236 esclusas. Se puede navegar en esos barcos-casa tan típicos de los ríos franceses y centroeuropeos (en estos post narraba un viaje en uno de ellos por el río Charentes). Y también se puede recorrer en bici aprovechando el camino de sirga que va paralelo al agua. Como la ruta va siempre pegada al canal, es tan llana como la palma de una mano. Está bien señalizada con carteles metálicos y cerrada siempre a vehículos a motor, por lo que es muy segura para hacerla incluso con niños.
El Canal de Nantes a Brest se desliza entre los solitarios y silenciosos campos de la Bretaña interior, por onduladas plantaciones de cereal, campos de manzanos, bosques de ribera, pueblecitos de trazado medieval y abadías e iglesias góticas que hacen despuntar sus agudos campanarios entre las curvaturas de la campiña.
Y como casi siempre en estas obras faraónicas, hay un empecinamiento humano detrás.Fue en 1803 cuando a Napoleon Bonaparte, agobiado por el bloqueo que los británicos ejercían sobre el puerto de Brest, principal arsenal de la armada francesa, se le ocurrío la peregrina idea de hacer un canal navegable desde Brest a Nantes para romper el bloqueo y llevar munición y armamento a la ciudad asediada.
Durante casi 40 años prisioneros de guerra, sobre todo españoles, estuvieron picando y acarreando tierra para abrir la kilométrica zanja. Cuando la obra estuvo terminada, en 1842, Francia e Inglaterra ya no estaban en guerra y Napoleon hacía más de 20 años que criaba malvas en el cementerio de la isla de Santa Elena. El canal nunca se utilizó para lo que fue planeado.
Pero al menos sirvió durante otros 50 años como vía comercial entre los dos importantes puertos y el interior de Bretaña. Al final, con el auge del ferrocarril llegó del declive de la navegación fluvial y finalmente cayó en desuso y abandono.
Ahora, drenado de nuevo y restauradas las esclusas, con un montón de alojamientos y servicios a su alrededor, el Canal de Nantes a Brest se ha convertido en un excelente reclamo turístico para la región.
No me enrollo más. En los próximos posts os cuento cosas que ver en torno al canal y datos prácticos para quien quiera hacerlo en bici.
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