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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Conozca usted España

La idea del metro de Londres de poner nombres de deportistas a las estaciones podría aplicarse en España de otro modo

MARCOS BALFAGÓN

The tube, el metro de Londres, ha tomado una de esas decisiones que antes se calificaban de encantadoras y ahora caen en el magma del “buen rollo”. Con motivo de los Juegos Olímpicos, las estaciones del suburbano cambiarán sus nombres históricos por los de fastuosas estrellas de deportes olímpicos: Kobe Bryant, Nadia Comaneci, Edwin Moses, Serguei Bubka o Michael Phelps. Hay de todo, desde arcángeles inmaculados como Jesse Owens o Mark Spitz hasta protagonistas de incidentes confusos, como Mary Decker y Zola Budd. Los diseñadores, o mejor, distribuidores de nombres en las estaciones, son Alex Trickett y David Brooks, expertos en happenings y performances, es decir, en banalidades simpáticas e inocuas, pero caras. Se han esforzado, es un decir, en acomodar los nombres en líneas según disciplinas deportivas. El nuevo mapa no mejora el transporte por los túneles de Londres, pero contribuirá a que los estadounidenses más aislacionistas y los rusos enriquecidos con el expolio de las privatizaciones se sientan como en casa.

Cuidado, porque estas modas suelen extenderse. ¿Cómo podría modernizarse la red de metro de Madrid si, por algún milagro (o infortunio para algunos) la capital de España recibe el alto honor de organizar unos Juegos Olímpicos? Pues recurriendo al casticismo contemporáneo. Por ejemplo, la estación de Sol, el corazón de la red, podría cambiar su nombre por el de Mario Conde. Porque él fue el visionario que importó una manera de hacer negocios, que algunos resentidos identifican con la extorsión y el saqueo, pero que ha creado fructífera escuela. En la línea 1 podrían figurar también Javier de la Rosa y José María Ruiz-Mateos, con salidas a la calle para todos y cada uno de los hijos del empresario (?) jerezano.

No disponemos de muchas glorias olímpicas, pero no nos faltan cortabolsas, comisionistas y virgueros de la especulación con dinero público. Todo el mundo encontraría fácilmente la estación de Carlos Fabra en la línea que conduce al aeropuerto; y en la City madrileña (Azca), las estaciones con nombre de caja de ahorros quebrada acercarían a los turistas a lo más impactante de nuestro presente. España no es diferente; solo hay que conocerla bien.

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