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El hombre que le sirve la mesa a una superpotencia

Rogério Fasano estudiaba cine en Londres cuando su padre sufrió un grave revés financiero Volvió a São Paulo, al negocio familiar, y se convirtió en el hostelero estrella de Latinoamérica

Rogério Fasano, empresario hostelero al frente del Grupo Fasano, posando en la Cámara de los Diputados de Brasilia, a principios de este mes
Rogério Fasano, empresario hostelero al frente del Grupo Fasano, posando en la Cámara de los Diputados de Brasilia, a principios de este mesFRANCO RITHELE

Rogério Fasano, patrón del grupo hotelero y de restauración de más alto nivel de Brasil y América Latina, es un empresario atípico que conserva cierta dosis de la rebeldía e incorrección política del pasado. Su espíritu iconoclasta encaja poco con el perfil que cabría esperar del heredero de una poderosa saga familiar, símbolo de buena posición y éxito. Combina sin dificultad el gusto exquisito y elegante, reflejado en todos sus emprendimientos, con un rasgo pasional que le aleja de la riqueza más obscena. Puestos a elegir, prefiere el barullo de la playa de Ipanema en domingo o de un partido del Palmeiras, y no tiene ningún empacho en afirmar que no es rico, que “quien solo piensa en enriquecerse es un pobre de alma”, y que sin la clase media sus establecimientos no sobrevivirían, “porque solo unos pocos pueden beber el vino más caro o tener un Ferrari”.

En 1982, Rogério Fasano era un joven de 25 años que había tenido una vida de lujo y alegría. Una vida de rico que le permitía hacer lo que le venía en gana. Estaba en Londres, para hacer realidad el sueño de estudiar cine y disfrutar de su pasión por la música punk –The Clash era su banda preferida–. Las ambiciones de Rogério, Gero, estaban lejos del camino de la restauración seguido por tres generaciones familiares. Hasta que un día recibió una llamada desde São Paulo. Era su padre, Fabrizio. “Las cosas han cambiado un poco por aquí. Si quieres seguir estudiando cine en Londres, tendrás que pagarlo de tu bolsillo”.

“En un momento de su vida, mi padre tuvo un revés financiero que dio un vuelco a la situación familiar, y todos tuvimos que empezar a trabajar”, recuerda, sentado en un sillón de piel en uno de los salones del hotel Fasano de São Paulo, buque insignia del grupo hotelero. El jazz suena durante toda la conversación. Se acabaron los estudios de cine y los sueños de aquel joven, que hizo las maletas para regresar a Brasil. “Decidí abrir un restaurante en un centro comercial recién inaugurado. Fue un fracaso. Abrí otro más pequeño, que fue un gran éxito, en el mismo lugar donde está actualmente Parigi”.

Lo que ha ocurrido en Brasil es que los ricos se han convertido en absurdamente ricos

El golpe de timón a la vida de Rogério Fasano dio excelentes resultados, y hoy nuestro personaje no arrastra ninguna frustración por no haber seguido la carrera de cineasta. Considerado como uno de los cien brasileños más influyentes, es el patrón de un grupo empresarial que gestiona 14 restaurantes, 4 hoteles y 1.400 empleados. Todo un imperio de lujo basado en la alta cocina construido a lo largo de un siglo. “Mucho de lo que hacemos aquí tiene algo de cinematográfico: es una superproducción que implica mucho trabajo, mucha técnica, mucha escenografía, mucho dinero y mucho talento”, escribe el empresario en el prólogo del libro Fasano, 100 años en Brasil. No ha sido un camino libre de obstáculos llegar hasta la posición que ocupa el grupo. El gran jefe ha tenido dos derrames cerebrales y ha sido asaltado en cinco ocasiones.

La historia de la saga se remonta a 1902, cuando el bisabuelo Vittorio Fasano, milanés, fundador del grupo e hijo de un importador de café brasileño, llegó a Brasil y abrió la Brasserie Paulista en el centro de la gran ciudad. En aquella época, los clientes iban al restaurante a caballo. En 1940, en una segunda ola migratoria, el abuelo Ruggero re­inauguró el restaurante Fasano en el mismo lugar y abrió otros restaurantes, un salón de té y los Jardines de Invierno Fasano, que se convirtió en el local de más glamour. Por allí pasaron, según consta en el libro de oro, artistas de la talla de Marlene Dietrich, Nat King Cole y Sammy Davies Jr., y políticos como el presidente de Estados Unidos Dwight Eisenhower y el líder cubano Fidel Castro.

Sin escolta

Rogério Fasano se mueve sin escolta, a pesar de los cinco asaltos que ha sufrido. “No soy rico, y no estoy bromeando. Todo lo que tengo lo reinvierto en mis negocios. Mi vida es muy diferente de lo que puede parecer desde fuera. Vivo en un apartamento de 200 metros cuadrados, muy cerca del hotel. Es el tipo de apartamento que puedo mantener. No me quejo, estoy muy centrado en la calidad, y esto tiene un precio en la vida”.

El empresario justifica sus palabras en el hecho de que es el operador de los hoteles, pero no el propietario de los edificios. “Esto me cuesta explicarlo hasta a mi propia hija. Nunca compramos un inmueble”.

El golpe militar de 1964 fue un golpe demoledor para la familia Fasano, que había hecho fuertes inversiones. La dictadura instauró el toque de queda. Fue el fin de la vida nocturna y de muchos restaurantes. Agobiado por las deudas, el abuelo ­Ruggero vendió el Fasano en 1967 y se convirtió en el gerente del local. Un año después falleció del profundo disgusto. El padre, Fabrizio, enfrascado en un floreciente negocio de whisky –lanzó la marca local Old Eight–, optó por cerrar el establecimiento. Rogério entró en el negocio y abrió su primer restaurante.

El grupo creció de manera imparable. El restaurante Fasano abrió de nuevo las puertas en el barrio paulista de Jardins. Después vinieron el Gero (nombre de Rogério), el Parigi, el Gero de Río de Janeiro, una cadena de bocadillos, el hotel Fasano en Río (obra de Philippe Starck), el Gero de Brasilia, la Fazenda Boa Vista (Estado de São Paulo)… Hasta que llegó la decisión de saltar al extranjero. “La Hacienda Las Piedras, en Punta del Este (Uruguay), con una veintena de villas, fue nuestra primera salida fuera de Brasil”, afirma. El siguiente proyecto en marcha es un hotel en el centro histórico de Salvador de Bahía.

Pero el sueño de este empresario está lejos de Brasil. “Estados Unidos, Reino Unido… Adoraría abrir un hotel en Nueva York y en Londres. No es fácil, pero en ello andamos”, revela. Según un estudio reciente del diario Folha de São Paulo, Fasano es la marca brasileña de mayor prestigio. Brasil ha mejorado mucho en los últimos años, dice convencido Rogério Fasano, en estabilidad económica y política. “Pero no es todavía el país con el que muchos soñamos. Hay una gran desigualdad social, con un abismo que separa a los más ricos de los que viven en la miseria. Lo que ha ocurrido en Brasil es que las personas ricas dejaron de ser ricas para convertirse en absurdamente muy ricas”.

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