Ponerse al día
FOTOS: Roland Halbe
El Mencey de Santa Cruz de Tenerife ha sido, durante 60 años, el único Grand Hotel de la capital canaria. Diseñado en 1945 por el arquitecto Enrique Rumeu de Armas y concluido en 1950, con el apoyo de Franco, ha terminado por convertirse en un lugar de ocio y reunión urbano, un clásico de la isla propiedad del Cabildo, que hace unos años decidió ponerse al día. Así, además de recuperar el color blanco de su fachada costumbrista, la dirección optó por sacrificar treinta de sus habitaciones para mejorar las instalaciones y encargó a los arquitectos Antonio Corona (1958) y Arsenio Pérez Amaral (1958) la construcción de un gimnasio, un spa, una cafetería y nuevas zonas de ocio. ¿Cómo multiplicar el programa y actualizar el lujo del establecimiento sin perder aire ni vegetación?
Autores de la Terminal A en el Aeropuerto de Tenerife, de la Estación de los Ferries o del Paseo Marítimo del Médano, Corona y Amaral hacen una arquitectura que busca ser tan sensible a la geografía y a la topografía como al patrimonio histórico y artístico. Ese cuidado añadía otro esfuerzo a su intervención: ¿cómo hacer convivir ese hacer respetuoso con la fachada neo-canaria característica del hotel? Los arquitectos optaron por realizar un vacío central, en la zona ajardinada del hotel, y recoger las nuevas instalaciones en sendos prismas de hormigón que parecen surgir del suelo. Así, un gimnasio semihundido, coronado por pistas de tenis en la azotea, hace de telón de fondo entre el jardín del hotel y las construcciones vecinas, ahora algo más apartadas. El otro bloque, que contiene el spa y la cafetería, separa el hotel y la zona de baños de un jardín ahora más recogido al que mira la sala de masajes. La densidad de las nuevas instalaciones: spa, cafetería, gimnasio, pistas de tenis, piscina, termas y una nueva recepción, se diluye así en una intervención sobria y rectilínea realizada con estructura de hormigón que “se desmaterializa en contacto con la vegetación”, apuntan los arquitectos. No les falta razón. La cota peatonal es la del parque y las nuevas instalaciones, a veces transparentes –como en la cafetería- y a veces abiertas –como en las piscinas-, potencian esa sensación al asentarse y adaptarse a la vegetación y convertirse en elementos ordenadores del nuevo jardín.
Babelia
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