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La paradoja y el estilo
Columna
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La dieta del imputado

"Puede ser que Gerard Piqué se esté convirtiendo en demasiado estrella para un equipo que solo tolera una, Leo Messi, por razones prácticas"

Boris Izaguirre
Gerard Piqué en la campaña de Mango.
Gerard Piqué en la campaña de Mango.GTRES

Podemos respirar más aliviados, la Corona rueda fuera de peligro. Los que estamos en peligro somos nosotros, que cada día que pasa, cada semana que termina, no nos encontramos mejor. Crisis, sequía, catarros y disgusto social. Y dietas, que empiezan a cobrar protagonismo en esta precoz primavera. No solo se trata de dietas asociadas a recortes públicos, se trata de esas dietas de siempre porque, aunque estemos en déficit, seguimos asociando delgadez al éxito. Por eso hablando de ellas, se observa que todos aquellos caballeros imputados –léase el expresidente Camps y el atildado señor Costa y, qué duda cabe, el duque de Palma– han experimentado un considerable adelgazamiento durante el tiempo que han sido imputados. Por fin lo hemos pillado: era un plan de lanzamiento, la promoción de la Dieta del Imputado.

Esta dieta, como cualquier otra, tiene su truco. Una mezcla de nervios y temor cuando traspasas alguna que otra frontera ética, que genera una adrenalina de la que no puedes desengancharte. Luego el subidón de hacerte realmente famoso, que contribuye a quemar grasas. Y, por último, el vía crucis cardiovascular de ocultar lo que sabes, desviar todas las respuestas lejos de tu diana y mantenerte callado ante circunstancias adversas, que completa el cuadro de ejercicios para adelgazar.

En el caso del duque Urdangarin, los resultados de la dieta han sido insuperables. Los varones latinos nos abandonamos según pisamos los 40 y algunos se han hecho padres. Puede que algunos michelines resistan mejor que otros, pero las caderas y donde la espalda pierde su nombre empiezan a ampliarse. Es más que probable que sus esposas –que algunas, ya sabemos, ni preguntan ni quieren saber, y otras todo lo ven, pero no pueden señalarlo– se convenzan de que los prefieren así. Es cierto que la infanta Cristina compra en supermercados de comida orgánica, pero es también probable que el duque estaba ganando kilos. Y la dieta del imputado lo dejo más fino. No podemos negarlo: esa mágica fórmula de la imputación acelera el metabolismo y te deja tipín.

Es cierto que la infanta Cristina compra en supermercados de comida orgánica, pero es también probable que el duque Urdangari estuviera ganando kilos

Adelgaza el Estado y también sus cuentas. Engordan en las calles las protestas de jóvenes y miembros de nuestra sociedad, recortados por todos lados. Cuando vivíamos como ricos, en la década pasada, los jóvenes salían a hacer botellón. Ahora salen en rebelión. Aún no estaba entre esos jóvenes la hija menor de Isabel Pantoja Primera, reina de la copla. La infanta Chabelita, que ya ha superado los 15 años, anuncia que cantará como su progenitora. Es un ejercicio ejemplar de sucesión de talento que no podemos dejar de recibir como una grata noticia. Además de que sea una familia con recursos modernos, como la adopción, tiene todavía mas valor que Chabelita quiera ser cantante al no tratarse de un legado genético, sino por méritos propios. Del esfuerzo personal sabe mucho Pantoja, de ahí su confianza en la meritocracia. Chabelita se ha criado en unos años en que su madre ha hecho de todo aparte de discos. Pantoja, desde los noventa para acá, se ha reinventado como cocinera preorgánica (su gran éxito fue el pollo a la Pantoja) y también como imputada invitada a sentarse en el banquillo el próximo mayo. Con intentar narrar esa peripecia vital, la infanta Chabelita tendría un álbum que dejaría muda a Lana del Rey, la nueva princesa del pop indie.

No hemos estado atentos a la cada vez más enrarecida relación entre el príncipe Gerard Piqué y su entrenador-tutor, Josep Guardiola. Todo empezó cuando Piqué jugó medio despistado en Pamplona. Guardiola no le recriminó directamente, pero dicen que hubo miradas harto reprobatorias. Comunicación orgánica, no verbal. Unos días después, Gerard olvidó algo en su casa de la avenida Balmes en Barcelona y salió con prisa de su megacoche, dejándose la puerta abierta. Y exponiendo a la vista de todos uno de los tronos donde se sienta la princesa Shakira. Un bus del Ayuntamiento se llevó la puerta por delante. ¡Una señal inquietante: el transporte público arrasa la puerta de un vehículo inaccesible! Piqué, que es ejemplar en todo, en lo rubio, en lo de mirar hacia la cámara cada vez con más seguridad, en su buen rollo, en su dentadura, pidió disculpas a la empresa de transporte público, pero Guardiola, severo, lo vio como una gota rebosante. Desde entonces, o le sienta en el banquillo, o le convoca con gesto contrariado.

Puede ser que Piqué se esté convirtiendo en demasiado estrella para un equipo que solo tolera una, Messi, por razones prácticas. Y quizá otra, el propio Guardiola, por razones casi místicas. La desavenencia tiene mucha miga, pero nadie se atreve a meterle diente. La miga engorda. Es probable que Guardiola se sublime a través de Piqué, que es más alto, más exitoso a la hora de trasladar su filosofía al resto del país y al mundo gracias a su amor con Shakira. Pero también es plausible que no digiera bien que es un Brad Pitt en potencia, con mejores piernas. Un técnico no puede sentirse cómodo ante este panorama. Pero alguien debería hacerle sentir de otra forma. El príncipe Piqué es el embajador perfecto de la nueva virilidad. Alto, goleador, internacional en todo, hasta en la novia. Tuitea en inglés. Y, aunque haya engordado su ego, es lo suficientemente rico para nunca necesitar los rigores de la dieta del imputado.

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