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Blogs / Gastro
Gastronotas de Capel
Por José Carlos Capel

Adrià en el Palau Robert

José Carlos Capel

La exposición recién inaugurada en la sala 3 del Palau Robert de Barcelona admite distintas lecturas. Junto a la historia de los 50 últimos años de El Bulli, capítulos estratégicos en la trayectoria de este mítico restaurante, los visitantes se sumergen en los sistemas de trabajo y el pensamiento de quien ha renovado el lenguaje de la alta cocina entre finales del siglo XX y principios del XXI. No es una novela que se lea de un tirón, tiene más miga de lo que a primera vista aparenta.

Junto a incontables documentos, portadas de periódicos, emails, papeles privados, películas y anécdotas personales, se exponen numerosos testimonios de audacia, ingenio y talento. “Ferran Adrià y ElBulli, riesgo, libertad y creatividad”, es el título que reza en todas partes.

Como yo he vivido en primera persona parte de estas secuencias, he sentido cierta nostalgia al recordarlas. En 1999 cuando su figura aún no tenía tanta trascendencia, El País Semanal le dedicó una portada: “¿El mejor cocinero del mundo?”

Que yo sepa, hasta ese momento ningún otro medio de comunicación se había atrevido a nada semejante. Supuso un antes y un después en su trayectoria, como él mismo reconocería.

Cinco años más tarde, en 2003 fue portada en el New York Times; en 2004 la revista “Time” lo incluiría entre los personajes más innovadores del año; en 2007 en el escenario de Madridfusión 60 periodistas internacionales lo designarían el cocinero más influyente del planeta, y en 2009, por quinta vez consecutiva, el jurado de Restaurant Magazine elige a El Bulli como el mejor restaurante del mundo. El mismo año en el que Matt Groening, el creador de Los Simpsons, lo inmortaliza con una caricatura. Su palmarés es apabullante, ya lo sabemos.

Igual de arrolladora que su lista de platos, ideas y conceptos. Desde su llegada a “El Bulli como simple aprendiz en 1983 hasta el momento en que cerró sus puertas el 30 de julio de 2011, Adrià y su equipo desarrollaron 1846 recetas. La muestra refleja muchas de ellas, como la menestra en texturas, el tuétano con caviar, las ostras con aire de zanahorias o el falso caviar de melón. Y se recrea en territorios tan significativos como las deconstrucciones, las sferificaciones y las espumas.

Da lo mismo. Lo que a mí más me impresiona es la racionalidad de su sistema creativo, la manera en que relaciona técnicas y conceptos con un perfeccionismo obsesivo. Procesos de trabajo que hoy en día serían extrapolables a otros ámbitos de la actividad económica y que explican por qué Adrià es requerido en tantos foros como conferenciante.

Tan solo me queda la duda si su revolución tiene un fundamento estético, como me insinuó en su día mi amigo Toni Massanés (Director de la Fundación Alicia), algo que me descoloca. Lo que yo ignoraba es que todos los platos que se servían en El Bulli se replicaban antes con ingredientes de plastilina. “Un simple control de calidad de producción”, me respondió ayer Ferran Adrià cuando hablamos por teléfono.

La exposición del Palau Robert es tan solo un embrión de lo que será el nuevo Bullifoundation y el fondo documental Bullipedia a partir de 2014.

El futuro del nuevo universo Adrià asoma a la vuelta de la esquina.

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Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

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