Al plato, no a la basura
Esta entrada ha sido escrita por MANUEL BRUSCAS. En ella nos cuenta otra idea eficaz e innovadora para hacer frente a la pobreza creciente de nuestro país.
Foto: Centro de Distribución de Alimentos de Girona.
Como ya se ha denunciado en este blog, el hambre es un problema acuciante en España. La cifra de gente que pasa estrecheces alimenticias no deja de crecer y proliferan los casos de desnutrición. Para mayor sonrojo, más de un tercio de nuestra comida acaba en la basura. “Sean bienvenidos a este circo de lo absurdo”, que cantaban los Barricada.
¿No podríamos redistribuir esos excedentes alimentarios que acabamos tirando para dar de comer a los más necesitados? Con ese espíritu, y con el objetivo que todas las personas puedan tener los alimentos básicos, nació en noviembre de 2009 en Girona el Centro de Distribución de Alimentos (CDA). Se trata de una iniciativa impulsada por Cáritas, el Banc dels Aliments de Girona, Cruz Roja, Ayuntamiento y Diputación de Girona, La Caixa y la Generalitat de Catalunya.
Cuando entré en el CDA de Girona capital tuve la sensación de estar en el interior de uno de esos pequeños supermercados de barrio que abundaban en los 80. Hay lentejas, naranjas, pañales, potitos e incluso unas patatas fritas del Real Madrid (sí, parece que hay madridistas en Girona). Cada producto tiene un precio expresado en puntos. Los CDA tienen como principal objetivo ofrecer alimento y otros productos básicos a personas en riesgo de exclusión social, pero no son ni economatos ni supermercados.
Solo pueden acceder a los CDA los núcleos familiares que han sido derivadas por los Servicios Sociales. Cada familia recibe una asignación de puntos en función de su grado de exclusión, de modo que cuando visita el CDA “compra” los productos que desea hasta que agota su cupo de puntos. El objetivo es que salgan del centro con una cesta variada de entre 15 y 20 kilos. Los alimentos que hay en el CDA son cedidos por Cruz Roja (a través de un acuerdo con la UE) y por el Banc dels Aliments de Girona, que además de su acuerdo con la UE recoge excedentes alimenticios. Aun así los CDA han de adquirir (y pagar) productos como el aceite o los huevos para asegurar una oferta variada.
En cada CDA, un grupo de voluntarios de Cáritas asesora a las familias sobre cómo optimizar su cesta de la compra. Porque ése es el segundo objetivo: dignificar la situación de escasez. Las personas que acceden a los CDA han de abonar por cada compra que hacen un pequeño importe: 1€, 2€, 3€ ó 6€, según las dificultades que estén atravesando. Las familias en situación de necesidad extrema quedan eximidas. “Con el pago queremos que las personas se sientan corresponsables de todo el proceso”, señala Dani Fernández (coordinador de los CDA). Una familia puede acceder a los CDA durante 9 meses, pero como reconoce Frederic Gómez (Vicepresidente del Banc dels Aliments de Girona), la realidad ha provocado que algunas familias lleven casi dos años usando estos centros. Los CDA también ofrecen a sus usuarios talleres de economía doméstica. “Queremos fomentar la autonomía de las personas”, sostiene Dolors Juliol (Responsable del Programa Alimentos de Cáritas Girona).
¿Y cuál ha sido el impacto de los CDA? En 2011, casi 4.800 familias han recibido comida a través de ellos. Ya hay 6 centros operativos en la provincia de Girona y varios municipios han mostrado interés en abrir nuevos centros. Cada CDA además genera puestos de trabajo ya que contrata a una o dos personas en riesgo de exclusión social que reciben un aprendizaje formativo - y remunerado - durante 2 años. Otro beneficio es la mixtura social: por ejemplo, Jordi y Mohamed trabajan codo a codo en uno de los centros y rompen tópicos sobre la difícil convivencia entre oriundos e inmigrantes.
Los CDA, en definitiva, constituyen una experiencia muy exitosa que demuestra el potencial de la colaboración entre empresas, tercer sector y poderes públicos. Porque el hambre, no nos engañemos, es un problema que se puede resolver.
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