¿Cómo resolvemos el problema del hambre en España?


Foto extraída de la web de WASTE: Productos recuperados de la basura
Al menos un 1.100.000 personas pasan 'hambre' en nuestro país. No se trata de hambre africana, sino de la incapacidad de cubrir las necesidades calóricas y proteínicas básicas de una familia a lo largo de la semana. Así lo recoge la Encuesta de Condiciones de Vida que realiza cada año el INE, cuyos datosseñalan queun 2,4% de los residentes en España “no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días”. Informes recientes de la Fundación Foessa o de UNICEF han identificado tendencias parecidas, que afectan de manera particular al bienestar de los niños y los mayores.
Lo preocupante es que estos datos corresponden en el mejor de los casos a 2009, lo que significa que reflejan una fotografía primitiva de la crisis. De acuerdo con la información facilitada a este blog por el departamento de estudios de Cáritas, los servicios de acogida de esta organización han identificado un incremento del 104% en la demanda de ayuda entre 2007 y 2010. Los últimos meses no han hecho más que complicar este panorama. A diferencia de la etapa anterior, las necesidades de alimentos (y de otros productos básicos, como los de la limpieza o el aseo personal) se han ido extendiendo a segmentos de la población que no encajan en las categorías tradicionales de excluidos. Las nuevas necesidades no se concentran en personas sin techo, sino en familias con un grado considerable de vulnerabilidad a las que la crisis ha empujado a la acera de la pobreza. Nunca jamás pensaron verse en esta situación.
Las implicaciones de esta transición son algo más que estadísticas. Los organismos públicos y privados que hacen frente al problema deben concebir respuestas ajustadas a las necesidades y a las emociones de esta población flotante. Son personas que no quieren ni deben hacer cola con sus hijos en un comedor social, pero que encajarían perfectamente en un programa diferente, como los “supermercados sociales” que han comenzado a ponerse en marcha en algunas localidades españolas. En Cataluña, por ejemplo, varias organizaciones han puesto en marcha Centros de Distribución de Alimentos a los que acuden personas derivadas por los servicios sociales y en donde reciben los productos sin coste o a precios muy rebajados. El programa CaixaProinfancia distribuye cheques para la compra de productos y servicios para los niños (como unos pañales) que pueden ser utilizados con discreción en cerca de 1.500 comercios colaboradores.
Pero se puede ir todavía más allá. Hace poco conocí el caso de un innovador social de Barcelona que está empeñado en racionalizar un poco nuestro sistema alimentario vinculando los excedentes de mayoristas y distribuidores con las necesidades crecientes de la población. Su idea -basada por ahora en la creación de supermercados sociales de excedentes que además generan empleo- pone el dedo en la llaga: en este blogles hemos hablado del gravísimo problema del desperdicio de alimentos en los países ricos. Según algunos cálculos, cerca de un tercio de los productos frescos y envasados que se comercializan acaban en la basura. Si a eso añadimos productos básicos de limpieza o cuidado personal, las cifras pueden ser mareantes.Los Bancos de Alimentos hacen una labor fundamental, pero no llegan a cubrir todo el problema. [Tristam Stuart, autor de Desperdicio, acaba de realizar en Londres su segunda 'Comida para 5.000' a base de productos que iban destinados a la basura.]
¿Cómo vinculamos lo que a unos les sobra con lo que a otros les falta? Les aseguro que aqui no hay mayor culpable que la estupidez del sistema. Esta persona ha contactado con varias empresas alimentarias que comparten su preocupación por este asunto y están dispuestas a participar en una buena idea que ayude a resolverlo. Estoy seguro de que tendremos oportunidad de hablar de ello en el futuro próximo.
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