Prohibido pisar el parque
FOTOS: Duccio Malagamba
Un pinar de 50.000 metros cuadrados al noroeste del Lido de Jesolo, una pequeña población frente a Adriático, al norte de Venecia, sirve para acoger dos usos, uno privado y otro público. Los portugueses Gonçalo Byrne y Joao Ferreira, un paisajista formado en Barcelona, firman sendos trabajos. La torre de 24 plantas del primero y los bloques de dos plantas que anclan el rascacielos quedan frente al mar. El jardín público, en el interior. Sin embargo, los pinos de Ferreira (del estudio Proap) recorren ambos territorios y, convertidos en manto verde, pretenden difuminar las fronteras entre el parque público y el jardín privado. Eso sí, el jardín privado abriga los pisos de lujo, suaviza la brisa marina y ofrece sombra junto a la piscina mientras el público invita más a observar que a tocar. Así, refuerza el aislamiento de la nueva zona residencial al tiempo que ofrece sus dos kilómetros cuadrados de pinos a los habitantes y visitantes de Jesolo para que caminen de puntillas.
La torre de 24 plantas proyectada por Gonçalo Byrne está forrada por un cerramiento cerámico azul que pretende ser un eco entre el mar y el cielo y, fraccionándola, difuminar su presencia. El edificio es elegante, pero resulta incómodo verlo dudar tanto, como si él mismo quisiera borrarse. Sin embargo, en el ayuntamiento aseguran que es la decisión –sin precedentes en esa zona del Veneto- de implantar algunas torres junto a la costa la que permitirá liberar espacio para parques y paseos públicos. Confiemos en que hayan aprendido la lección irreversible del Levante español.
La casa consistorial del pueblo lleva años empeñada en dotar su localidad -un lugar para vacaciones utilizado como ciudad dormitorio por muchos de los turistas que visitan Venecia- de una entidad propia y marcadamente arquitectónica. La idea data del año 2000, cuando el japonés Kenzo Tange firmó un master plan para redefinir el crecimiento de Jesolo. Se trataba de hacer convivir la baja densidad, deseable en esa zona de descanso, con el crecimiento de la urbe. Y la solución vino de la mano de un ramillete de torres. A la de Byrne, que ahora se estrena, se unen otra proyectada por Carlos Ferrater, ya concluida, y las futuras encargadas a Richard Meier, Aurelio Galfetti y Zaha Hadid.
Tras las torres, el bosque público contribuirá a hacer más elitista, aislada y tranquila, la nueva zona de crecimiento urbano. Tal vez por eso, los socios de Proap, Joao Nunes y Carlos Ribas, optaron por construir senderos de pino levantados sobre el suelo. Con la implantación de esa pasarela de madera, el gran pinar se transforma en un bosque más para la vista que para perderse en él. Se trata más de un abrigo de manto vegetal que de la recuperación de un espacio natural. Eso sí, facilitará su conservación. Además, el camino trazado por las pasarelas y la altura de las mismas ofrecen e indican puntos singulares para la contemplación y la observación de la naturaleza. ¿Jardín visual? Parece que en este proyecto público se trata más de mirar. La hermosa pasarela desaconseja sutilmente pisar. Naturaleza domesticada llena de contradicciones.
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