Michelin 2012, nada que celebrar
Al final los pronósticos se cumplieron. El jueves por la noche, cuando Fernando Rubiato, director de la guía Michelin España & Portugal, terminó de anunciar las nuevas estrellas de este año, unos tibios aplausos cerraron su rutinaria intervención en el hotel Palace de Barcelona. Cortesía forzada porque sus palabras merecían un monumental abucheo. No era para menos. La indignación de la mayoría de los presentes era patente. Una vez más acabábamos de asistir al esperpéntico ajusticiamiento editorial de la cocina española. Lo mismo de siempre. ¿A qué viene, me preguntaba yo, semejante falta de respeto?
Lo más irritante es que el equipo de inspectores-justicieros está compuesto por españoles de a pie, por Benito Lamas y sus chicos, quienes, con una frivolidad enfermiza, escamotean decenas de estrellas. Hay que proclamarlo a los cuatro vientos: la guía Michelin carece de credibilidad porque no refleja en absoluto, repito, no refleja la realidad gastronómica española. Se acabó la teoría del complot de los gabachos. No hay confabulaciones. Son ellos los que hacen valer su cortedad de miras. Un testimonio doloroso de su incompetencia.
Si la guía roja fuera ecuánime España tendría 30 restaurantes más de una estrella, 10 adicionales de dos y ocho como mínimo de tres. Que nadie piense que lo mío es patrioterismo barato. En absoluto. Solo comparo la forma en que trabajan los inspectores de la Michelin en otros países. No me entra en la cabeza que una publicación internacional no iguale criterios entre sus colaboradores.
Las preguntas que los asistentes se hacían eran monocordes. ¿Por qué se han olvidado de Albert Adrià y de su ya famoso Tickets? ¿Qué tienen que hacer Mugaritz, Quique Dacosta y Atrio para recibir la tercera estrella? Toda una letanía de reproches.
Las nuevas estrellas de la edición 2012 entiendo que son merecidas. Algunas constituyen una simple corrección de errores anteriores, como Casa Marcelo. Dado que los galardones ya se han publicado en todas partes no voy a repetirlos. El verdadero problema reside en las ausencias, en las decenas de restaurantes que han quedado en el olvido.
Afortunadamente, anoche ahogamos nuestra irritación con un gran festín gastronómico. Bajo la dirección de Joan Roca, él mismo y otros cuatro grandes profesionales ofrecieron una degustación de tapitas. Intervinieron los Roca, Carme Ruscalleda, los hermanos Torres (Dos Cielos), Jordi Cruz (con su segundo galardón en Abac) y Romain Fornell, anfitrión de un evento con casi 300 invitados. Personajes de la vida social catalana y periodistas. Justo los que todos los años prestamos cobertura a una publicación que no merece contemplaciones ¿Qué razones hay para hablar de una guía que humilla a la cocina española a los ojos del mundo?
Por mi parte, punto y final. Anuncio mi completa retirada de su ámbito. No voy a asistir a ninguna presentación más ni voy a hablar de la Michelin mientras prosiga en su línea de miserias informativas. Ya no me interesa.
Me consuela saber que la democrática guía Zagat de la mano de Google desembarcará pronto en Europa. Una guía hecha por usuarios particulares e inspectores anónimos. El fin del monopolio francés se barrunta más cercano.
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