Bilbao en estado puro
José Luis Bilbao es, de momento, la alternativa del PNV a Patxi López. Sin duda, su oposición institucional. Y en intervenciones como la ofrecida en la Tribuna Euskadi, el auténtico ariete para azotar al Gobierno vasco. El diputado general de Bizkaia, con un calculado por intencionado discurso, ha comparecido con la firme voluntad de atajar con su verbo seco y agresivo el devaneo instalado a su juicio en la política vasca sobre la fiscalidad en el País Vasco. A tal punto llegó la concreción dispensada a su mensaje, y de paso la constatación del nuevo tiempo sociológico, que ETA ni apareció en el desayuno.
Sin otra referencia de calado institucional tras el 22-M, el PNV habla por boca de José Luis Bilbao y a éste le encanta el papel. Así, aposentado sobre la teoría nacionalista de que Patxi López usurpó en 2009 la condición de lehendakari que correspondería a Juan José Ibarretxe y de que la alianza entre PE y PP no responde a la voluntad del pueblo vasco, el diputado general vizcaíno toma impulso para desarrollar toda una catarata de descalificaciones al objeto de evidenciar la ineficacia del actual Ejecutivo socialista. Fuera de sus dominios no se hacen las cosas bien. El comisario Almunia cambia de criterio y de ahí que haya que afrontar el pago millonario de la devolución de las vacaciones fiscales. El Gobierno español despilfarra millones en aeropuertos inservibles y, además, sube y baja los impuestos al revés de los tiempos. Luego López, por una repentina apetencia de liderazgo, se asoma sin que le corresponda por la letra del Estatuto al debate fiscal, e incluso osa a hablar de una racionalización del entramado institucional Y, por si fuera poco, entra en el Parlamento una ley municipal y otra de cajas que ataca la autonomía foral.
Ante semejante ofensiva del enemigo no es de extrañar que Bilbao, enarbolando como le corresponde la bandera foral, esté ofendido. Quizá así puede explicar que va por su cuenta a solventar con Bruselas la deuda de las ayudas a las empresas, que le pone un paquete de deberes al Estado español para que cambie de una vez el signo de la economía y, sobre todo, le dice a López que se meta en sus cosas porque en Bizkaia ya está persiguiendo a los defraudadores con sus propias manos.
En este contexto tan aguerrido, pensar en una mínima relación institucional es sencillamente una quimera. El Gobierno vasco y la principal diputación vasca no se entienden, y por parte de algunos hasta se desprecian políticamente, hablan lenguajes diferentes sobre la misma enfermedad y a sus responsables solo les une la desconfianza mutua. Hay desayunos que dejan poso.
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