La campaña electoral se traslada a la Pradera

Las fiestas de San Isidro, que cada cuatro años cogen a los candidatos madrileños en la recta final de las elecciones, es un momento ideal para desplegar su personalidad política. Y hoy no ha sido una excepción. A las 8 de la mañana, madrugador como siempre, llegaba Gallardón, que no es amigo de los baños de masas. Al santo le pidió empleo para los madrileños. A las 8.30, desaparecía rumbo al resto de su jornada de actos, medallas de la ciudad incluidas. Dos horas más tarde, precedidos de un retén de militantes, llegaban los dos candidatos socialistas, Tomás Gómez y Jaime Lissavetzky. Se hicieron fotos, repartieron sonrisas y dijeron que a las encuestas, que les dan por perdedores, no hay que hacerles mucho caso.

A las 11.30, con el panorama libre ya de otros candidatos, les tocó el turno a Ángel Pérez y Gregorio Gordo. Los candidatos de Izquierda Unida a la Alcaldía y la Comunidad fueron los más discretos. Declaraciones y un simulacro de paseíllo, casi forzados por los fotógrafos. Por eso de hacerse algunas fotos.

Y a las 13.30, el plato fuerte. Con 45 minutos de retraso según lo anunciado vía Twitter, mar y aire, llegaba Esperanza Aguirre de chulapa y con 18 mujeres vestidas a juego que cantaban sin parar una versión del chotis de Los Nardos dedicada a la Presidenta. Aguirre se merendó San Isidro y el público se lo supo recompensar con dosis de piropos, aplausos y exaltación. Aguirre, bajo un paraguas blanco que la protegía del sol, fue -un año más- la reina de San Isidro.