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El paraíso de la conciliación está en Noruega

María R. Sahuquillo

Hace unos días, en Oslo, la directiva de una de las mayores empresas de Noruega me dijo que el retode su país había sido lograr la incorporación de la mujer al mundo laboral --y su ascenso-- sin que la natalidad del país se viera perjudicada. Sin que las mujeres tuvieran que verse obligadas a escoger entre su carrera y formar una familia. Forzar a la sociedad a esa elección, me contaba,era injusto y antidemocrático.Prácticamente igual, pensé yo irónicamente, que en otroslugares como Españaen los que muchasempresas penalizan a las mujeres a ciertas edades por ser sospechosas de querer quedarse embarazadas, y donde una mujer con hijos asciende menos que un hombre que también los tiene.

Así ha conseguido Noruegaaumentar su índice de natalidad desde los 1,7 hijos por mujer hasta los 1,95. Uno de los índices más altos de Europa.Y todo ello acompañado de un progresivo ascenso de la mujer en el mundo laboral. En este país de 4,9 millones de habitantes, el 80% de las mujeres trabaja fuera de casa. Otro dato: el 44% de los puestos en los consejos de administración de sus grandes empresas está ocupado por mujeres. Un porcentaje forjado a golpe de legislación, a través de una polémica ley de cuotas.

Sin embargo, el Gobierno noruego lo tiene claro. Nada de eso hubiera ocurrido, advierte Arni Hole, directora general de Igualdad del Ministerio de Integración, Infancia e Igualdad, sin un amplio paquete de medidas de apoyo. Un mullido colchón social que incluye desde guarderías baratas hasta una prestación económica por hijo y la posibilidad real de elegir una jornada flexible. Además de múltiples facilidades para situaciones familiares especiales, tales como tener a los padres o a los hijos enfermos.

El ejemplo de es Kristin Store. Tiene36 años y hace solo seis meses que dio a luz a su primer hijo. Una rolliza niña que lo mira todo con unos ojos enormes. Esta diseñadora gráfica es madre soltera y cuando supo que estaba embarazada no se planteó otra cosa. “Me apetecía ser madre. No lo había sido antes por temas de pareja, pero no nunca tuve que escoger entre el trabajo y tener una familia”, cuenta en un banco frente al Ayuntamiento de Oslo. De hecho, su empresa no la ha penalizado por ser madre soltera: antes de dar a luz le comunicaron que pasaba a encabezar un equipo de cinco personas.

Store se incorporará a su nuevo puesto a la vuelta de su extensa baja por maternidad. Otra de las políticas activas en materia de conciliación. En Noruega, la ley otorga a la madre 46 semanas de baja con el 100% del sueldo —o de 56 semanas con el 80%—, además de reservar 10 semanas solo para el padre. Un periodo que a partir de julio se ampliará 12. Un sistema muy lejos del español, donde las madres tienen 16 semanas y los padres gozan de 15 días, que muchos no solicitan porque parece que aún está "mal visto" en las empresas asumir la responsabilidad de cuidar al nuevo miembro de la familia. Una visión social, me contabaArild Jacobsen (en la imagen de arriba), padre de una niña de un año, que nada tiene que ver con la noruega. Él mismo es el ejemplo, a sus 42 años tomó sus 10 semanas de baja y, tras la incorporación al trabajo de su pequeña es él quien ha decidido flexibilizar su jornada y ocuparse de ella.

Kari Henriksen, parlamentaria del Partido Liberal, apoya esa nueva fórmula que sustentan también el resto de formaciones políticas y la confederación de empresarios. Henriksen cree que para que una sociedad avance hay que invertir en conciliación y dar un mayor papel al padre en el cuidado de los hijos. Una inversión, cree, que compensa al país. “Ahora son las mujeres, en su mayoría, quienes deciden escoger trabajar media jornada. Hay que equilibrar ese porcentaje”, dice.

“Todas las medidas requieren esfuerzo. Cuando creamos el actual sistema de permisos de paternidad fue traumático para el sector privado. Muchos empresarios decían que no podrían prescindir dos meses y medio de los hombres. Ahora se acepta como normal”, opinaHole, que no sabe si la receta noruega sirve para curar la desigualdad en todos los lugares. No hay que olvidar que el país escandinavo es de los más ricos del mundo, gracias sobre todo al petróleo y los minerales.

Pero no todo es fomentar el reparto de tareas. También es importante la ayuda económica. Ese país otorga a las familias una prestación económica por cada hijo de 125 euros al mes, hasta la mayoría de edad.

Una ayuda a la que se añade un amplio programa de guarderías públicas y subvencionadas, con las que el Gobierno garantiza una plaza a todos los menores. Si se prefiere no llevar al pequeño al jardín de infancia, la familia tiene una prestación de un máximo de 5.000 euros por niño y año (hasta que cumplen tres). El equivalente a lo que costaría una plaza en esos centros. Y es que los padres pueden coger tres años de permiso sin sueldo para cuidar a los niños. Eso sí, entre la incorporación de la mujer al trabajo tras la maternidad y una nueva baja por nacimiento tienen que pasar seis meses.

Pero la conciliación llega hasta otros índices. La ley noruega da a los padres seis meses de permiso pagado si uno de sus hijos está hospitalizado. Además, todos tienen 20 días al año para quedarse en casa si sus retoños están enfermos.

Quizá, como dice Hole, la receta noruega no sirve para todo el mundo. Tampoco en ese país todo es ideal. Queda todavía lograr que más mujeres se incorporen a los puestos directivos y que dejen de ser ellas, casi siempre, las que reduzcan su jornada para cuidar a los hijos. Sin embargo, aunque en España no haya un fondo soberano, como en Noruega,a costa del petróleo, que garantiza un colchón para las futuras pensiones y lasinversiones sociales, es cuestión de mentalidad.Invertir en conciliación y en políticas activas de apoyo, lograr que las familias tengan los hijos que deseen sin perjudicar su vida, es el mayor indicativo de que un país ha avanzado. La inversión en esos campos siempre será devuelta. Compensa.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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