Primera lección: mi hermana no se vende
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“Entre todas las mujeres tenemos que cambiar el mundo”. Lo dice una a punto de cumplir 90 años. Acaba de recibir un ramo de trece rosas rojas en un estreno, el de la vieja cárcel de Segovia, como centro cultural. Ella es Vicenta Camacho, hermana del fallecido dirigente de Comisiones Obreras, que penó en estos muros parte de sus ocho años y mediocomo presa política en la posguerra. Entre las mujeres que la escuchan en un teatro flamante figuran algunasque sí han logrado transformar la Tierra. Como Vicky Subirana, la maestra catalana que escolarizó a los niños parias en Katmandú y cuya peripecia da pie ahora ala película que rueda Icíar Bollaín en Nepal. Estamos en el I Encuentro con Mujeres que Transforman el Mundo.
“Empecé a trabajar a los nueve años, para que no bigardeara por la calle, como decía mi abuela. Mi destino era trabajar en una empresa textil, como hacían todos los que vivían en el lado del río que era el mío, en Ripoll. Pero lo burlé”, relata en el viejo penal. Subirana se empeñó en estudiar mientras se ganaba la vida. Se hizo maestra. Comenzó a interesarse por el Tíbet y viajó a Katmandú. “Cuando vi lo mal que vivían los niños me pasé tres días llorando”. De ahí, a la acción: su futuro sería educarles, crear escuelas que enseñaran a los niños pensar por sí mismos, a ejercer el libre albedrío y dejar de asumir: “no debo, no puedo, no merezco. Formara esos niños que a veces le decían: “Ayer han vendido a mi hermana. Mi madre no tenía dinero. Es la tercera que venden”.
El éxito se ha visto ensombrecido en los últimos tres años, los “más difíciles”. Los alumnos de Vicky, apellidada Sherpa mientras duró su matrimonio con un hombre de ese grupo étnico nepalí, descubrieron casos de corrupción, con los que presuntamente estaba relacionado suex marido. Ella respaldó a los chicos, lo que le valió amenazas y una paliza que la mantuvo 12 días en el hospital, relata. Pasó medio año “bajo protección del consulado de España en Nepal”. Aún se confiesa comouna mujer “maltratada”, pero mantiene su optimismo de siempre. Y tiene otro proyecto entre manos.
El Gobierno nepalí ha pedido a la maestra que ponga en marcha su pedagogía en escuelas públicas del país. Esta semana, ella empieza a formar a los profesores españoles que a su vez formarán a los nepalíes en las técnicas pegagógicas de Subirana. Mientras, la película de su vida avanza. “Lo que más me gusta de la que está rodando Icíar Bolláin es que va a hablar de educación, que es lo más importante. Espero que sea el nacimiento de una revolución pedagógica”. “Apuesten por sus sueños”, recomienda Vicky Subirana.
Desde que ella habló, el pasado viernes, otras mujeres han tomado la palabra en el encuentro segoviano, organizado por la concejal de Cultura, Clara Luquero. Como Ginny Shrivastava, la pedagoga canadiense que ha organizado a miles de viudas indias para demandar sus derechos en un país donde no son nada ni nadie. Como la española Gloria Company, comprometida con la lucha de las mujeres de un país donde muchas no encuentran más esperanza que el suicidido, Afganistán. Como la feminista egipcia Nawal El Saadawi, que conversó ayer con Georgina Higueras, periodista de EL PAÍS.
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