El pan se pone en su sitio
El dueño de la panadería Hänsel llegó al estudio del arquitecto Ingasi Bonjoch cargado de bollos, panecillos y barras de pan. Les pedía al proyectista y a sus colaboradores que los probaran. Estaba harto de los panes que dejan de crujir en cuanto atraviesan la puerta de las pastelerías, o en cuanto se untan con tomate o mantequilla. Quería una tienda para vender pan como el de antes. Sin nostalgia. Con conocimiento.
Bonjoch, Lleó y Sanfeliu, los arquitectos del estudio Bonjoch, dividieron los 140 metros de un local del ensanche barcelonés en dos. La mitad iba a ser para el obrador, el resto para exponer y probar el pan. Se plantearon limpiar el marco, convertir al pan en protagonista, querían prestarle la atención que merece, pero en ningún momento contemplaron disfrazarlo. Por eso arquitectos y cliente decidieron trabajar con líneas simples, sin volúmenes salientes y, sobre todo, sin brillos. Los tonos serían mate, la iluminación quedaría oculta y la ventilación se escondería bajo el banco de la zona de degustación. Era fundamental dar una cara al negocio y optaron por hacerlo con materiales “de verdad”: roble, mármol veteado y granito negro.
Así lo han hecho. Hoy, un banco de 12 metros de largo sienta a quienes deciden quedarse en el local a tomarse un bocadillo. Por detrás de éste, y en la zona pública del comercio, un trenzado de roble es la única referencia, cambiada de escala, a las cestas de pan donde suelen guardarse las barras. Su función es acústica. Aunque también aporta calidez ambiental. Todo el mobiliario es de roble. No hay ninguna bombilla incandescente en la panadería, pero la iluminación oculta demuestra que, con cuidado e ingenio, los fluorescentes pueden llegar a ser cálidos. La panadería Hänsel de Barcelona no trata de vender panecillos como si estos fueran joyas. Pero habla claro, reconoce la importancia fundamental de continuar haciendo bien el pan y quiere ponerlo en su sitio.
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