_
_
_
_
Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

El farol del barrio

Anatxu Zabalbeascoa
<span >FOTOS: EVA SERRATS</span>
FOTOS: EVA SERRATS

¿Cómo poner al día una institución emblemática de principios del siglo XX? El Molino es un establecimiento imposible, un pequeño café-concierto-teatro de varietés ligado a la historia sentimental y cultural de Barcelona. El local fue, y quiere ser, luz del Paralelo, el barrio donde se ubica, y debe su nombre a la traducción al castellano –forzada por el franquismo- del legendario music hall parisino Le Moulin Rouge.

Con ese pasado, y con 99 años de historia, el 14 de noviembre de 1997 esta institución quebró y cerró sus puertas. Aunque el edificio, que acumulaba varias intervenciones y unas aspas que habían dejado de girar, es patrimonio histórico-artístico de la ciudad, los antiguos dueños trataron de remodelarlo dañando la decoración original. Por eso cuando la empresaria Elvira Vázquez compró el local y contactó con Bopbaa, el estudio barcelonés de Josep Bohigas, Francesc Plá e Iñaki Baquero, ese mismo 1997 estos arquitectos jóvenes desarrollaron hasta 19 proyectos con propuestas para intervenir en ese emblema urbano.Este otoño, trece años después de comenzar a hacer propuestas, el mítico escenario de El Molino ha levantado de nuevo el telón abrigado por un muro de fondo salpicado de leds y arropado por un interior de Fernando Salas que ha exprimido color y metros. En el nuevo teatro hay por fin camerinos para que las vedettes no tengan que vestirse en la finca de al lado y eviten esperar para entrar en escena en la acera del Paralelo.

El nuevo local es el mismo, pero puesto al día. Ha doblado su tamaño y ha multiplicado sus instalaciones con una nueva sala de ensayos, una coctelería, una terraza, una sala técnica de dos pisos y una gran cocina subterránea. La noticia para el barrio es que las astas han vuelto a girar. Pero en realidad el edificio se ha convertido en una gran pantalla, una barriga discreta que, en segundo plano –tras las aspas- ha crecido en todas las direcciones para acoger las nuevas instalaciones. Así, la cocina, ha cavado en el espacio subterráneo; la única escalera cuelga, en voladizo, sobre la fachada lateral. En la planta baja del edificio vecino, ha encontrado hueco el bar -con el esfuerzo estructural que implica hacer desaparecer dos fachadas laterales-. El resto de las nuevas instalaciones queda tras el nuevo telón de fondo que le cubre las espaldas al nuevo-viejo edificio.

¿Quién le iba a decir a unos arquitectos rompedores como los de Bopbaa que su mayor logro podría ser enmarcar una fachada y recuperar el movimiento de las aspas iluminadas de un viejo molino falso? La arquitectura exige entender un lugar y su historia y, en este barrio, urgía comunicar con ella un nuevo vigor para una institución legendaria. La puesta al día necesaria de mítico café-concierto pasa por respetar el pasado, pero respetar no es congelar: hacerlo implica asumir grandes decisiones. Se trata de entender hasta qué punto un edificio hace un barrio, y cómo puede ese farol vecinal ganar una plaza y sumarse, en una nueva etapa, a la historia del lugar y a la que está por llegar.

El del El Molino de Barcelona es un trabajo de orfebre. No tanto por el cuidado milimétrico que los arquitectos y el interiorista han puesto en los acabados como por la operación quirúrgica que han conjugado para resolver los accesos, satisfacer a los bomberos y disponer, para los actores, de suficiente juego de telones, tramoyas y camerinos. Ese encaje de bolillos no sólo no resulta en un espacio torturado. Se percibe, con la ayuda de todos, como limpio y glamuroso. Con la fachada enmarcada ahora por un telón de lamas metálicas y leds, con luz natural alcanzando el estómago del teatro, -gracias a una garganta roja de 27 metros que atraviesa longitudinalmente el edificio trasero de instalaciones y vela por la acústica- el Molino se renueva y renueva su papel en un barrio que, como el propio establecimiento, quiere actualizarse sin perderse.

  

Comentarios

La verdad es que se antoja complicado, por las dimensiones aparentes del exterior del edificio, ubicar una sala de espectáculos con todas las servidumbres y servicios que esta conlleva. Si además la sensación lograda es la de amplitud y luz que apreciamos en la segunda fotografía, los resultados raramente podrían haber sido mejores. Me gusta la estética del interior, no tanto la del exterior, no me parece bien lograda la transición entre la entrada con columnas, el molino y el resto del edificio, pero imagino que poco más se podía hacer en un compromiso con el pasado histórico del local.
acaso si el muro de leds se hubiese prolongado hasta la fachada principal, justo hasta donde está el molino....tal vez se hubiese acentuado el carácter de sala de fiestas y hubiera perdido ese aire cúbico de edificio institucional...no sé

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_