¿El Corbu más real?
Para los 16 metros cuadrados de Le Cabanon, el refugio frente al Mediterráneo que Le Corbusier tenía en Roquebrune-Cap-Martín, en la Costa Azul, el arquitecto ideó muebles rectilíneos, esenciales, pragmáticos y, como la propia cabaña, de madera maciza. El diseño de esas piezas en los últimos años de su vida por parte de uno de los principales defensores de los muebles de tubo de acero no deja de ser una paradoja. ¿Prefería el Le Corbusier más íntimo la calidez atemporal de la madera? ¿Las formas escasamente ergonómicas de las tablas de roble? Otro enigma más en la vida y la obra del genio de la arquitectura que para muchos fue, además, el primer arquitecto mediático plenamente consciente y controlador de sus apariciones en prensa.
Hoy, 45 años después de su muerte, el escritorio con estanterías, el perchero (el único elemento con botones coloreados) y el singular taburete del que Le Corbusier ideó varias versiones inician su producción industrial en las maderas de castaño, nogal y roble que había elegido el arquitecto suizo. Esta recuperación, más allá de la sed de mito y la necesidad -como sucedió en determinado momento con la historia del arte- de no considerar la historia del diseño como una evolución sino como una sucesión de propuestas, demuestra que al final de sus días, el arquitecto que describió la casa como una máquina para habitar eligió tocar madera.
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