'Titulitis', botellón y pocas ganas de trabajar...
Estoy en la disyuntiva de ansiar un futuro en España y una realidad que me ata inexorablemente a Alemania
Yo formo parte de ese ingenuo grupo de personas que se creyó a finales de los noventa que el alemán era la lengua del futuro. Estudié Filología Alemana, con año Erasmus incluido (la experiencia en el extranjero es vital) y posteriormente me licencié en Filología Hispánica, incluyendo CAP y otros dos semestres de intercambio en la Universidad de Manchester (hablar inglés es básico).
Con 24 años tenía dos licenciaturas y con 25 daba clases de español en una universidad alemana. Después de tres años y medio en el país teutón convalidé mis estudios y conseguí una plaza de funcionario en secundaria.
Hoy mis compañeros alemanes no se creen que en España me resulte practicamente imposible conseguir una plaza como profesor. "¿Tú? ¿Con tu currículum y tu experiencia?".
Muchos dicen que pecamos de titulitis y tildan de vagos a excelentes estudiantes que consumen horas en másters o doctorados que apenas aportan posibilidades de ingreso a un mercado laboral saturado por un excesivo número de licenciados universitarios producidos por una generación (la de nuestros padres), obsesionada en darnos la formación que ellos no pudieron recibir.
Pero yo estoy seguro de que prácticamente nadie despreciaría la oportunidad de trabajar de forma remunerada si ésta existiese, como sucede aquí en Alemania.
La otra opción "digna" es opositar; pasar interminables horas preparando unos temarios que (por lo menos en muchísimos casos) poco o nada tienen que ver con el trabajo a realizar posteriormente. Para ejemplo la divisa seguida por muchos aspirantes a profesores: memoriza los 72 temas y conseguirás una plaza, aunque seas pésimo a la hora de transmitir conocimientos, seas incapaz de hablar en público o tengas pánico a estar frente a un grupo de 30 alumnos pubertosos.
Sé que yo no me puedo quejar. Tengo seguridad laboral y un sueldo con el que soñarían muchos jóvenes mileuristas españoles. Pero, aunque me encanta Alemania y estoy infinitamente agradecido a este país y a su gente, me encuentro en la disyuntiva de ansiar un futuro en España y una realidad que me ata inexorablemente a mi puesto de trabajo.
O no. Quizás, de seguir así, las nuevas generaciones tendrán que aprender la lengua de Goethe si quieren tener un empleo.
El ministro de trabajo alemán pronostica pleno empleo para 2015, a pesar de que hoy en "plena crisis", hay una tasa de paro del 7,6%. La España que "iba bien" de Aznar rondaba el 8%. Últimamente se supera ya el 20%.
Quizás esta precaria situación sea la única posibilidad de que se fomente el alemán en la educación secundaria y yo pueda así volver a mi tierra.
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